(AZprensa) Cuando me
incorporé a la OMC esta organización estaba en guerra con el Consejo General de
Enfermería; una confrontación que en realidad estaba encabezada y representada
por sus dos presidentes. Por parte de los médicos, Isacio Siguero, mantenía la
superioridad de los médicos sobre los enfermeros, y por parte de estos últimos,
su presidente, Máximo González Jurado, encabezaba las reclamaciones para que
los profesionales de enfermería pudieran prescribir ciertos medicamentos, algo
que en realidad ya estaban haciendo, pero la palabra “prescribir” la exigían en
propiedad los médicos. Rara era la rueda de prensa de uno y otro presidente en
que no lanzaran a los cuatro vientos sus reclamaciones, ninguneando al
contrario, para regocijo de los periodistas que tenían un filón con tales
enfrentamientos.
Nada más
aterrizar en la OMC fui testigo de una trifulca. En una rueda de prensa
celebrada en la sede de la OMC se volvió a declarar que la prescripción era
sólo cosa de médicos y para rematar la faena, su presidente metió el pie en el
charco y volvió a hacer una comparación que irritaba sobremanera al presidente
contrario: “Los médicos son como los pilotos del avión, y las enfermeras como
las azafatas”. Si el presidente de los enfermeros hubiera estado allí, se
habría puesto rojo de ira, lanzando sapos y culebras por la boca. No estaba
allí, pero al día siguiente respondió a través de los medios. Y al día
siguiente contrarréplica, y al día siguiente… Era una guerra interminable.
Sabiendo
cómo irritaban al presidente de Enfermería esas comparaciones, el presidente de
los médicos las repetía una y otra vez. Y no contento con eso, se enfrentaba
también a los periodistas; si uno de ellos no le caía bien porque había escrito
algo en contra suyo, no le concedía entrevistas, y si las críticas venían de
más medios… pues simplemente no se les dejaba entrar al edificio. Tan cierto es
esto, como que una vez los dejaron a todos los periodistas esperando en la
calle hasta que terminó la reunión y entonces, según fueron saliendo los
presidentes de Colegios de Médicos que habían acudido a la misma, tuvieron que
abordarlos allí mismo para obtener unas declaraciones sobre lo que se había
tratado en la reunión, porque ningún portavoz oficial de la OMC se dignó
dirigirles la palabra.
Es fácil
comprender que todas las crónicas que de aquella reunión se escribieron
resultaron negativas para la cúpula directiva de esta organización.
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