(AZprensa) ¿Tan mala es
la Sanidad pública que hasta los pacientes se escapan de los hospitales? No voy
a afirmar tal cosa pero sí atestiguar que la falta de comunicación con los
pacientes, el no escucharles, el no darles explicaciones, etc., hace que
algunas veces los pacientes salgan huyendo de allí dejando a médicos y
enfermeras plantados. Este es un caso verídico…
Ya era tarde
cuando el dolor en el ano era muy molesto. Al tacto noté una bolita (una
hemorroide) que asomaba por fuera, así que acudí a Urgencias del Hospital La
Paz de Madrid. Tras indicar en recepción lo que me pasaba, me dijeron que
esperase en la sala de espera (que para eso está y por eso se llama así).
Después de un tiempo que me pareció razonable, me mandaron pasar. Le conté al
médico mi problema y este lo comprobó por sí mismo. Yo esperaba que me dijera
cuál era el diagnóstico y qué alternativas había, pero lo único que dijo fue:
“espere allí”. No pude replicar porque –antes de que yo pudiese abrir la boca-
él ya se había levantado como un resorte para atender al siguiente paciente
mientras una enfermera me acompañaba, casi me empujaba, al nuevo lugar de
espera.
Un poco
sorprendido por tan extensas y detalladas explicaciones, me senté en uno de los
asientos que había en un pasillo y esperé otra vez. Al cabo de un tiempo –esta
vez fue más largo- se acercó una enfermera y me dijo “acompáñeme”. La seguí
como fiel corderito y por fin llegamos a otra zona de pasillos en donde me
mandó sentar mientras me decía: “ahora vienen a hacerle una radiografía”, y
antes que yo pudiese replicarle cualquier cosa, la enfermera desapareció como
alma que lleva el diablo.
Me quedé
atónito y comencé a hacerme muchas preguntas. ¿Para qué querían hacerme una
radiografía? ¿Iban a operarme de inmediato sin darme ninguna explicación? ¿Me
iban a ingresar? ¿Para qué querían una radiografía de mi culo? ¿Querrían hacerme
una radiografía de otra parte del cuerpo, y si era así para qué? ¿Se habían
confundido de paciente y/o de enfermedad?
Como ninguna
de esas preguntas tenía respuesta porque ningún médico ni enfermera estaba allí
para darme las explicaciones pertinentes, me intranquilicé. No estaba dispuesto
a que me operasen así por las buenas sin darme ninguna explicación. Todas las
explicaciones que me dieron el médico y las enfermeras que me atendieron son
exactamente las que he dejado entrecomilladas en este relato. Las repetiré
todas juntas para ver si a ti te parecen suficientemente explicativas: “Espere
allí. Acompáñeme. Ahora vienen a hacerle una radiografía”. Así que decidí que
no estaba dispuesto a que me hiciesen cualquier cosa sin decirme qué, ni para
qué, ni por qué. Me levanté, seguí mi instinto de supervivencia y las
indicaciones de “salida” que aparecían escritas en las paredes de forma
providencial y llegué a la calle.
Así fue como
los dejé plantados y regresé a mi casa. Nada más llegar llamé a mi sociedad
médica y me dieron cita para la mañana del día siguiente. ¡Prefería esperar una
noche antes que ser tratado como un corderito que va al matadero! A la mañana
siguiente acudí a esa cita, me dieron toda clase de explicaciones, incluso del
tipo de intervención que proponían. Les dije que sí y creo que fue 24 horas más
tarde cuando quedó resuelto mi problema. Cuando no se habla ni se escucha al
paciente, desaparece lo más sagrado que debe existir entre médicos y pacientes:
la confianza. Sin una buena comunicación es imposible que surja la confianza.
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