(AZprensa) ¿Puede ser
el objetivo de una máquina fotográfica poco objetivo? Permitidme este juego de
palabras para llamar vuestra atención sobre un hecho que se da esporádicamente
en algunos medios de comunicación y con frecuencia inusitada en algún otro
medio… ¿de comunicación?
En cualquier
acto público que se precie allí están los reporteros gráficos realizando su
trabajo y tomando cientos de fotos de los protagonistas. Es evidente que, entre
tantas fotos, algunas hay realmente lamentables (ojos cerrados o mirada
extraviada, muecas extrañas en la cara, posturas extrañas, detalles descuidados
de la indumentaria personal, coincidencia del personaje con algún elemento de
la decoración del escenario que da un contrapunto grotesco, etc.).
No obstante,
una abrumadora mayoría serán fotografías excelentes que reflejarán los momentos
y expresiones más representativas del acto y, de entre ellas, habrá también
algunas excepcionales que sabrán captar ese preciso instante que da un signo
diferenciador al acto y convertirán a la fotografía en noticia por sí misma.
De estas
últimas, las excepcionales, las vemos y disfrutamos los lectores en el medio
original que las da a conocer y en todos aquellos que la reproducen después por
su interés y constituyen –como noticia- algo que se comenta y se recuerda; incluso
con la concesión posterior de premios o su inclusión en exposiciones
fotográficas, libros, etc.
Las
anteriores, todas las buenas fotografías que pueblan nuestros medios, son el
contrapunto gráfico necesario de las noticias y nos ayudan a digerir mejor la
ingente cantidad de información que nos llega cada día.
Pero, ¿y las
primeras? ¿Y esas fotografías que deberían ir directamente a la papelera o a un
museo de los horrores? ¿Qué se hace con ellas? Afortunadamente, la gran mayoría
de ellas van a la papelera, sin embargo en algunos casos, aquellos que quieren
utilizar los medios de comunicación para descargar sus fobias personales o
profesionales, encuentran una munición de incalculable valor y poca ética para
denigrar la imagen pública de las personas objeto de su persecución. Todos
hemos visto alguna vez en algún medio algún ejemplo de utilización de ese tipo
de fotos desgraciadas (poco agraciadas). Cuando esto se hace una vez, puede
resultar hasta gracioso, sobre todo si se acompaña de algún comentario con fina
ironía o con humor inteligente. Cuando esto se hace una y otra vez, de forma
reiterada y constante, en contra de un mismo personaje, repitiendo una misma
foto o varias similares en vez de la que corresponda a la actualidad de que se
esté hablando, ya no cabe hablar ni de interés informativo, ni de humor, ni de…
periodismo. Así de claro.
Ya antes de
entrar a trabajar a la OMC comprobé la inquina que algunos medios de
comunicación tenían hacia su presidente, Isacio Siguero. Uno de estos medios, “Sanifax”,
utilizaba siempre la misma fotografía cada vez que lanzaba una crítica sobre el
mismo. ¿Y qué fotografía era? Una en la que se le veía con un jersey de color
azul claro chillón, muy poco acorde con la imagen de seriedad que debe dar un
presidente. Puedo dar fe que siempre le vi vestido perfectamente con traje, por
lo que aquella foto debió ser tomada con ocasión de algún acto lúdico en donde
todos los demás vestirían de la misma e informal manera.
Por mi
parte, en mi anterior trabajo yo también tomé fotografías y recuerdo una que le
hice al presidente del grupo, Tom McKillop, en el transcurso de una cena con
periodistas. En esa foto aparecía con la boca torcida, con media lengua fuera…
parecía realmente un subnormal. Lógicamente no utilicé nunca esa foto sino otra
de las muchas que tomé en dicho encuentro, en donde salía normal. Pensé, sin
embargo, en el arsenal de fotos denigrantes que podría haber atesorado a lo
largo de mi trayectoria profesional si yo hubiera sido mala persona; pero cada
vez que descubrí alguna foto de esas, lo primero que hice siempre fue
destruirla.
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