domingo, 1 de mayo de 2022

Objetivo poco objetivo

(AZprensa) ¿Puede ser el objetivo de una máquina fotográfica poco objetivo? Permitidme este juego de palabras para llamar vuestra atención sobre un hecho que se da esporádicamente en algunos medios de comunicación y con frecuencia inusitada en algún otro medio… ¿de comunicación?
 
En cualquier acto público que se precie allí están los reporteros gráficos realizando su trabajo y tomando cientos de fotos de los protagonistas. Es evidente que, entre tantas fotos, algunas hay realmente lamentables (ojos cerrados o mirada extraviada, muecas extrañas en la cara, posturas extrañas, detalles descuidados de la indumentaria personal, coincidencia del personaje con algún elemento de la decoración del escenario que da un contrapunto grotesco, etc.).
 
No obstante, una abrumadora mayoría serán fotografías excelentes que reflejarán los momentos y expresiones más representativas del acto y, de entre ellas, habrá también algunas excepcionales que sabrán captar ese preciso instante que da un signo diferenciador al acto y convertirán a la fotografía en noticia por sí misma.
 
De estas últimas, las excepcionales, las vemos y disfrutamos los lectores en el medio original que las da a conocer y en todos aquellos que la reproducen después por su interés y constituyen –como noticia- algo que se comenta y se recuerda; incluso con la concesión posterior de premios o su inclusión en exposiciones fotográficas, libros, etc.
 
Las anteriores, todas las buenas fotografías que pueblan nuestros medios, son el contrapunto gráfico necesario de las noticias y nos ayudan a digerir mejor la ingente cantidad de información que nos llega cada día.
 
Pero, ¿y las primeras? ¿Y esas fotografías que deberían ir directamente a la papelera o a un museo de los horrores? ¿Qué se hace con ellas? Afortunadamente, la gran mayoría de ellas van a la papelera, sin embargo en algunos casos, aquellos que quieren utilizar los medios de comunicación para descargar sus fobias personales o profesionales, encuentran una munición de incalculable valor y poca ética para denigrar la imagen pública de las personas objeto de su persecución. Todos hemos visto alguna vez en algún medio algún ejemplo de utilización de ese tipo de fotos desgraciadas (poco agraciadas). Cuando esto se hace una vez, puede resultar hasta gracioso, sobre todo si se acompaña de algún comentario con fina ironía o con humor inteligente. Cuando esto se hace una y otra vez, de forma reiterada y constante, en contra de un mismo personaje, repitiendo una misma foto o varias similares en vez de la que corresponda a la actualidad de que se esté hablando, ya no cabe hablar ni de interés informativo, ni de humor, ni de… periodismo. Así de claro.
 
Ya antes de entrar a trabajar a la OMC comprobé la inquina que algunos medios de comunicación tenían hacia su presidente, Isacio Siguero. Uno de estos medios, “Sanifax”, utilizaba siempre la misma fotografía cada vez que lanzaba una crítica sobre el mismo. ¿Y qué fotografía era? Una en la que se le veía con un jersey de color azul claro chillón, muy poco acorde con la imagen de seriedad que debe dar un presidente. Puedo dar fe que siempre le vi vestido perfectamente con traje, por lo que aquella foto debió ser tomada con ocasión de algún acto lúdico en donde todos los demás vestirían de la misma e informal manera.
 
Por mi parte, en mi anterior trabajo yo también tomé fotografías y recuerdo una que le hice al presidente del grupo, Tom McKillop, en el transcurso de una cena con periodistas. En esa foto aparecía con la boca torcida, con media lengua fuera… parecía realmente un subnormal. Lógicamente no utilicé nunca esa foto sino otra de las muchas que tomé en dicho encuentro, en donde salía normal. Pensé, sin embargo, en el arsenal de fotos denigrantes que podría haber atesorado a lo largo de mi trayectoria profesional si yo hubiera sido mala persona; pero cada vez que descubrí alguna foto de esas, lo primero que hice siempre fue destruirla.

Fuente: "Memorias de un Dircom" https://amzn.to/32zBYmg

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