(AZprensa) Dice un
refrán popular que “Por el hilo se saca el ovillo” dando a entender que por una
pequeña muestra o unos pequeños datos de algo se puede deducir el todo, de ahí
que viendo un simple hilo se puede deducir que detrás de él hay un ovillo. Pero
no siempre es así. Como muestra, esta historia real que tuvo lugar en una
farmacia en los años sesenta…
La figura de
la farmacia y el farmacéutico siempre han sido muy bien valoradas por los
pacientes, tanto que es normal acudir al farmacéutico en busca de consejos de
salud, aunque el farmacéutico en muchos casos debe ser prudente y decirle al paciente que vaya al médico. Con
todo, antes y ahora, los pacientes siguen acudiendo al farmacéutico ante
cualquier dolencia para que les aconseje.
La historia
que voy a contar sucedió en la farmacia que tenía mi padre en un barrio del
extrarradio de Madrid. Un día acudió allí un hombre de mediana edad aquejado de
dolor en el pecho, pidiendo al farmacéutico que le mandase algo para quitarle
ese dolor. Mi padre le pidió que le describiese ese dolor y el paciente lo
definió como un dolor agudo y punzante en un punto concreto en el pecho.
Movido, no
sabemos si por la intuición o lo que sea (se admiten hipótesis paranormales) mi
padre le pidió que se desabrochara la camisa para hacerle una pequeña
exploración. Se fijó que en el pecho, además de vello, sobresalía algo de color
blanco que no parecía un pelo. Lo cogió con delicadeza y empezó a tirar muy
despacio, muy despacio… hasta que salió una aguja. ¡Ese era el mal que tenía!
Cómo pudo clavarse allí esa aguja nunca lo supimos, y cómo mi padre fue capaz
de averiguarlo y solucionarlo, tampoco. Pero así sucedió. Cosas que pasan,
aunque parezcan inverosímiles.
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