(AZprensa) Siempre me ha gustado montar en bicicleta, aunque nunca
he recorrido más de 30 o 40 kilómetros y en general mis paseos han sido de 10 o
15 kilómetros como mucho. Por otra parte, nunca he tenido una bicicleta de
carreras sino que mis bicis han sido normalitas y de paseo, lo cual no ha
impedido que me sintiese como un auténtico ciclista profesional cuando enfilaba
la carretera o el carril bici. Pues bien, lo más sorprendente es que, con este
panorama que os acabo de pintar, puedo afirmar que una vez gané una etapa de la
Vuelta Ciclista a España. Esta es la historia…
En el
departamento de Publicidad de ICI-Zeltia recibía a multitud de proveedores de
todo tipo en el ámbito publicitario y una de las herramientas de mayor éxito en
nuestras campañas y promociones eran los regalos publicitarios (gorras,
camisetas, bolígrafos, paraguas, etc.). Uno de los proveedores de regalos
publicitarios que me visitaba asiduamente dijo un día que era amigo del
organizador de la Vuelta Ciclista a España y que, si me apetecía, podía ir con
él un día en la caravana publicitaria que precede cada etapa de la Vuelta.
Me pareció
una idea muy atractiva y así quedé con él para el día señalado. Fuimos muy
temprano al lugar de salida de la etapa de ese día, que era la
Valladolid-Zamora, y allí recogimos las acreditaciones, no sólo las que
debíamos llevar colgadas al cuello sino también las pegatinas que debíamos
pegar en el parabrisas del coche para que se viese bien a las claras que
nuestro vehículo estaba autorizado.
En general,
los vehículos de la caravana publicitaria salen antes que los ciclistas y van
haciendo el mismo recorrido. De vez en cuando paran al paso de algún pueblo o
lugar donde se haya concentrado la gente esperando ver a los ciclistas, y les
regalan gorras, camisetas, bolígrafos, pegatinas, etc. Como no pueden interferir
con el normal desarrollo de la carrera, van siempre muy por delante de los
ciclistas y llegan a la meta con mucha antelación para continuar desde allí su
actividad promocional porque, además, en las metas es donde se reúne mayor
cantidad de gente. Pero a diferencia de ellos, en nuestro caso, el vehículo era
un simple invitado para ver “por dentro” cómo es una etapa ciclista y todo lo
que se mueve alrededor.
Con bastante
antelación a la salida de los ciclistas se puso en marcha la caravana
publicitaria y allí en medio estaba nuestro coche, rodeado de todos los
vehículos que portaban megafonía y lucían todo tipo de publicidad. Al cabo de
media hora o así, la caravana paró en la confluencia de la carretera principal
con el cruce de un camino que llevaba a un pueblo, ya que toda la gente de ese
pueblo había acudido al cruce para ver pasar la carrera. Cualquier aglomeración
de gente, como la que se había producido en ese punto, era una oportunidad de
oro que no se podía desaprovechar para hacer publicidad, y así ocurrió.
Sin embargo,
cuando estos vehículos terminaron su labor publicitaria, arrancaron de nuevo
para seguir. Pero nosotros estábamos allí como invitados, unos auténticos
privilegiados que podíamos saltarnos el protocolo e ir a nuestro aire. Y el
caso es que también nosotros teníamos ganas de ver pasar a los ciclistas, así
que decidimos quedarnos allí esperando hasta que llegasen los corredores. Nos
colocamos en primera fila y al cabo de un rato vimos pasar a los coches
oficiales que preceden la cabeza de carrera y a los primeros ciclistas.
Decidimos
entonces buscar otro punto más adelante, en concreto una Meta Volante, para
llegar hasta allí y esperar a que pasasen los ciclistas. Pero ya no podíamos
utilizar las carreteras marcadas en la ruta, ni por supuesto adelantarlos,
puesto que la ruta marcada era sólo para ellos. Buscamos en el mapa otras
carreteas secundarios (entonces no existían los GPS y de haber existido a ver
cómo le explicas al GPS que quieres ir por caminos alternativos) con el objetivo
de llegar a un punto más adelante antes que los ciclistas. Como íbamos en coche
y éramos más veloces que ellos, podíamos llegar a la Meta Volante por otros
caminos secundarios aun haciendo más kilómetros.
Llegamos a
ese nuevo punto en donde ya estaba congregada la gente y al cabo de un rato
vimos pasar a los coches oficiales y ciclistas. Otra vez –plano en mano-
buscamos nuevos desvíos para adelantarlos y esperarlos... y así un par de veces
más hasta que nos dimos cuenta que faltaba poco para llegar a Zamora, en donde
estaba la Meta Final, pero... calculamos mal, los desvíos para adelantarlos nos
habían hecho perder demasiado tiempo y cuando enfilamos la entrada a Zamora ya
era tarde, los ciclistas nos estaban pisando los talones y pudimos ver cómo
varios motoristas de la Policía de Tráfico empezaron a pitarnos y hacernos
señas desesperadamente para que nos desviásemos.
Nuestro
coche estaba autorizado, eso se veía a la legua, pero estábamos en el lugar y
hora que correspondía a los ciclistas no a la caravana publicitaria, que hacía
ya mucho tiempo había pasado por allí; en realidad los organizadores no podían
entender qué hacía un coche de la caravana publicitaria en medio de la
carretera principal a pocos segundos de que llegasen los ciclistas. Giré la cabeza
y vi el coche de cabeza de carrera que casi nos estaba dando alcance, con las
luces amarillas parpadeantes, otro par de motoristas a su lado... y los
ciclistas que formaban el reducido grupo de cabeza de carrera. Vimos cómo cien
metros delante de nosotros corrían unos operarios y movían unas vallas
metálicas mientras un policía agitaba los brazos con frenesí para indicarnos
que nos metiésemos por ese desvío. Así lo hicimos e inmediatamente colocaron la
valla otra vez en su sitio. Apenas pasaron unos segundos desde el momento en
que nos metimos por el hueco que nos habían dejado hasta que llegó el coche de
cabeza y los primeros corredores dispuestos a disputar el tramo final.
Todavía les
quedaba un pequeño circuito urbano antes de llegar a la Meta, por lo que nos
dio tiempo a salir del coche, acercarnos a la Meta y ver y fotografiar el
sprint final, aunque el verdadero ganador de aquella etapa fui yo que llegué a
la meta antes que ellos.
Como
recuerdo de aquella experiencia que muy pocas personas habrán vivido, conservo
aún mi credencial y el libro de carrera en el que por cierto se detallaban
todas las incidencias que habrían de encontrarse los ciclistas en la etapa:
curvas, estado del piso en cada tramo, subidas y bajadas con el correspondiente
porcentaje de desnivel, etc. y nos llamó la atención que en algunos lugares,
antes de entrar en alguna ciudad se leía “bandas sonoras”. “¿Qué será eso?”,
nos preguntamos. “¿Habrá una banda de música al entrar en esa ciudad?”, nos
preguntamos. Pero no, comprendimos al pasar por encima de ellas y retumbar el
coche, que ese era el nombre que se daba a los hoy tan populares resaltos para
evitar que los coches corran mucho en determinados lugares, pero que en el año
1985 aún eran muy poco frecuentes.
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