jueves, 13 de julio de 2023

Así dejé de fumar

(AZprensa) Dejar de fumar, dejar esta droga adictiva que te va quitando poco a poco el dinero, la salud, la calidad de vida e incluso la vida, es muy difícil; para eso las compañías tabaqueras añaden sustancias adictivas, para engancharte y que no puedas dejarlo. Y es legal porque los Gobiernos recaudan un dineral (4 euros de cada 5 que cuesta una cajetilla son impuestos).
 
Así que os contaré cómo dejé de fumar hace ya muchos años, por si os sirve de ayuda…
 
Como todos los jóvenes comencé a fumar porque eso era “de mayores” y todos los jóvenes quieren ser mayores. Además, veías en todas las películas cómo tus héroes favoritos fumaban y tú querías ser como ellos. Fumando te dabas importancia, te creías más mayor y más importante, te veías reforzado socialmente porque casi todo el mundo fumaba y era una costumbre social que tras el saludo y el apretón de manos entre dos conocidos lo que venía a continuación era la frase “¿un cigarrillo?”. Hasta era de  buena educación fumar y ofrecer tabaco.
 
Como le pasa a todos los que empiezan a fumar, el primer cigarrillo supo a rayos y dio tos y hasta arcadas y mareo, pero había que superar ese mal rato porque querías llegar a ser esa persona importante, ese héroe de película. Cuando al cabo de varios cigarrillos aquello ya empezaba a gustarte y empezabas a disfrutarlo… ya era tarde, estabas enganchado, te habías vuelto un adicto.
 
Me gustaba jugar al fútbol y un buen día me di cuenta que me fatigaba más de la cuenta. “¿Será por fumar?” me pregunté. Así que decidí hacer una prueba: El día anterior a los partidos me lo pasaba sin fumar. Y comprobé cómo me encontraba mejor físicamente y podía correr sin cansarme tanto. Decidí dejar de fumar, disfrutar del fútbol a tope… pero era muy difícil, como mucho aguantaba el día antes o dos días antes del partido sin fumar, pero no más.
 
Entonces comencé a analizar las verdaderas causas por las que yo había empezado a fumar, y que eran esas que ya he explicado antes: “ser mayor, sentirme importante, ver reforzada  mi vida social…”. Y entonces me pregunté: “¿Pero qué clase de individuo soy? ¿Es que acaso no tengo suficiente personalidad como para sentirme igual de importante sin necesidad de los cigarrillos? Decir ‘no´ cuando te ofrecen tabaco es la prueba más clara de que tienes una personalidad fuerte, de que decides por ti mismo y eres capaz de llevar la contraria”.
 
Y me di cuenta –por fin- que yo no tenía por qué valerme del tabaco para ser yo mismo, me di cuenta que tenía la suficiente personalidad como para decir “no” y hacer lo que me diese la gana. Porque el camino de la adicción al tabaco es muy sibilino. Comienzas fumando por placer, y cada vez que enciendes un cigarrillo lo disfrutas. Pero al cabo de un tiempo aquello cambia; no fumas por el placer que da fumar, sino que fumas porque te encuentras mal si no lo haces.
 
Afortunadamente supe retirarme a tiempo. Supe decir “no” a tiempo y demostrar que mi personalidad era lo suficientemente fuerte como para no necesitar ese cigarrillo entre los dedos, ni ese aceptar y ofrecer un cigarrillo a todo el mundo. Pero ¿te crees que fue fácil dejarlo? No. A pesar de mi convencimiento sólo lograba estar unos pocos días sin fumar y al cabo de un tiempo volvía a hacerlo, hasta que un buen día cogí una buena gripe y en tales circunstancias no apetecía fumar, así que me dije que aquella era la ocasión ideal para el adiós definitivo. Y así fue, tras una semana de gripe y sin fumar, pero con el convencimiento firme de que era yo el que tomaba las riendas de mi vida y que ya no la manejarían ni las tabaqueras, ni su publicidad, ni los amigos ni conocidos que seguían fumando, pude vencer la adicción y dejar de fumar a los 25 años (había empezado a los 17). Ahora tengo 74 años y subo las cuestas sin cansarme ni asfixiarme, y todas las semanas juego al tenis y corro de un lado a otro de la pista sin cansarme. Te aseguro que de haber seguido fumando no estaría así.
 
Espero que estas líneas sirvan de ayuda a alguien, que le haga despertar, que se atreva a dar un puñetazo en la mesa y decir –como hice yo en su día- “tengo la suficiente personalidad como para decidir por mí mismo y decir `no´ cuando me dé la gana”.
 

En un pasado no muy lejano, algunos laboratorios hicieron oír su voz a través de los medios de comunicación.
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