(AZprensa)
Dejar de fumar, dejar esta droga adictiva que te va quitando poco a poco el
dinero, la salud, la calidad de vida e incluso la vida, es muy difícil; para
eso las compañías tabaqueras añaden sustancias adictivas, para engancharte y
que no puedas dejarlo. Y es legal porque los Gobiernos recaudan un dineral (4
euros de cada 5 que cuesta una cajetilla son impuestos).
Así
que os contaré cómo dejé de fumar hace ya muchos años, por si os sirve de
ayuda…
Como
todos los jóvenes comencé a fumar porque eso era “de mayores” y todos los
jóvenes quieren ser mayores. Además, veías en todas las películas cómo tus
héroes favoritos fumaban y tú querías ser como ellos. Fumando te dabas
importancia, te creías más mayor y más importante, te veías reforzado
socialmente porque casi todo el mundo fumaba y era una costumbre social que
tras el saludo y el apretón de manos entre dos conocidos lo que venía a
continuación era la frase “¿un cigarrillo?”. Hasta era de buena educación fumar y ofrecer tabaco.
Como
le pasa a todos los que empiezan a fumar, el primer cigarrillo supo a rayos y
dio tos y hasta arcadas y mareo, pero había que superar ese mal rato porque
querías llegar a ser esa persona importante, ese héroe de película. Cuando al
cabo de varios cigarrillos aquello ya empezaba a gustarte y empezabas a
disfrutarlo… ya era tarde, estabas enganchado, te habías vuelto un adicto.
Me
gustaba jugar al fútbol y un buen día me di cuenta que me fatigaba más de la
cuenta. “¿Será por fumar?” me pregunté. Así que decidí hacer una prueba: El día
anterior a los partidos me lo pasaba sin fumar. Y comprobé cómo me encontraba
mejor físicamente y podía correr sin cansarme tanto. Decidí dejar de fumar, disfrutar
del fútbol a tope… pero era muy difícil, como mucho aguantaba el día antes o
dos días antes del partido sin fumar, pero no más.
Entonces
comencé a analizar las verdaderas causas por las que yo había empezado a fumar,
y que eran esas que ya he explicado antes: “ser mayor, sentirme importante, ver
reforzada mi vida social…”. Y entonces
me pregunté: “¿Pero qué clase de individuo soy? ¿Es que acaso no tengo suficiente
personalidad como para sentirme igual de importante sin necesidad de los
cigarrillos? Decir ‘no´ cuando te ofrecen tabaco es la prueba más clara de que
tienes una personalidad fuerte, de que decides por ti mismo y eres capaz de llevar
la contraria”.
Y
me di cuenta –por fin- que yo no tenía por qué valerme del tabaco para ser yo
mismo, me di cuenta que tenía la suficiente personalidad como para decir “no” y
hacer lo que me diese la gana. Porque el camino de la adicción al tabaco es muy
sibilino. Comienzas fumando por placer, y cada vez que enciendes un cigarrillo
lo disfrutas. Pero al cabo de un tiempo aquello cambia; no fumas por el placer
que da fumar, sino que fumas porque te encuentras mal si no lo haces.
Afortunadamente
supe retirarme a tiempo. Supe decir “no” a tiempo y demostrar que mi
personalidad era lo suficientemente fuerte como para no necesitar ese
cigarrillo entre los dedos, ni ese aceptar y ofrecer un cigarrillo a todo el
mundo. Pero ¿te crees que fue fácil dejarlo? No. A pesar de mi convencimiento
sólo lograba estar unos pocos días sin fumar y al cabo de un tiempo volvía a
hacerlo, hasta que un buen día cogí una buena gripe y en tales circunstancias
no apetecía fumar, así que me dije que aquella era la ocasión ideal para el
adiós definitivo. Y así fue, tras una semana de gripe y sin fumar, pero con el
convencimiento firme de que era yo el que tomaba las riendas de mi vida y que ya
no la manejarían ni las tabaqueras, ni su publicidad, ni los amigos ni
conocidos que seguían fumando, pude vencer la adicción y dejar de fumar a los
25 años (había empezado a los 17). Ahora tengo 74 años y subo las cuestas sin
cansarme ni asfixiarme, y todas las semanas juego al tenis y corro de un lado a
otro de la pista sin cansarme. Te aseguro que de haber seguido fumando no
estaría así.
Espero
que estas líneas sirvan de ayuda a alguien, que le haga despertar, que se
atreva a dar un puñetazo en la mesa y decir –como hice yo en su día- “tengo la
suficiente personalidad como para decidir por mí mismo y decir `no´ cuando me
dé la gana”.
En un pasado no muy lejano, algunos laboratorios hicieron oír su voz a través de los medios de comunicación.
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