(AZprensa) De todos
los libros, sea real o inventado lo que cuentan, puede sacarse alguna
enseñanza. En este artículo he revisado el libro “Crónicas del futuro”, en
donde se cuenta la historia de Paul Dienach, un profesor suizo que cayó en coma
en el año 1.921 y despertó en el año 3.906. Cuando volvió al tiempo real unos
meses después y salió del coma, terminó contando todo lo que había vivido,
pero… ¿es todo esto real o inventado? En este artículo demuestro que lo
importante de todas las cosas no son los hechos en sí, sino las enseñanzas que
podamos sacar…
Circula por ahí un libro titulado “Crónicas del futuro,
Paul Dienach” que supone ser la traducción del diario que dejó escrito un
profesor suizo que cayó en coma en el año 1.921, despertó en el año 3.906 y
volvió a despertar de su coma unos cuantos meses después. Según se cuenta, Paul
Dienach no se atrevió a contar lo que había visto y vivido y no fue sino hasta
muchos años después que legó los escritos de su diario a un antiguo alumno,
George Papahatzis el cual posteriormente tradujo y publicó el libro. ¿Qué hay
de cierto en esta historia?
Para empezar, no se ha localizado ningún registro ni
referencia del tal Paul Dienach, lo que sugiere un nombre inventado bien por el
protagonista real o por el alumno que tradujo los diarios y no quiso dar a
conocer el nombre real de su profesor… o simplemente se inventó esta historia.
Cuando uno se dispone a leer el libro –con todas las
reservas habidas y por haber respecto a la veracidad de lo que allí se cuenta-
lo hace con curiosidad y hasta cierto punto entusiasmado por conocer cómo será
la sociedad humana en el año 3.906 y cómo habrá llegado hasta ese momento.
¿Cómo es la vida cotidiana? ¿Cómo son los trabajos? ¿Qué tipo de tecnología
tienen? ¿Qué saben ellos del pasado de la humanidad, es decir, de nosotros?
¿Qué conocimientos tienen sobre el universo? ¿Cómo han evolucionado las
ciencias y las artes? ¿Existe algún tipo de sentimiento o creencia religiosa?
¿Qué sistema político impera? ¿Sigue el mundo dividido en cientos de países y
fronteras? ¿Se han erradicado las guerras? ¿Cómo ha avanzado la medicina?... Y
así podríamos seguir muchas páginas más, haciéndonos infinidad de preguntas cuyas
respuestas a todos nos gustaría conocer.
Si además leemos que la traducción de aquellos diarios le
llevó al tal George Papahatzis un total de 14 años (de 1926 a 1940) entendemos
que la información contenida en esos diarios debe ser valiosísima y debe dar
respuesta a todas nuestras preguntas e incluso nos hará plantearnos muchos
otros interrogantes.
Así que al tener por fin ese libro entre las manos y
leerlo, uno se da cuenta de que todo es una burda farsa, o al menos esa es la
apariencia. ¿Sabes a cuántas de esas preguntas responde? A ninguna. Apenas si
da cuatro pinceladas superficiales de un
modelo pacífico y utópico de sociedad sin profundizar lo más mínimo en ella.
Tampoco se dan detalles de la tecnología de esa época. En realidad no merece la
pena que malgaste ni una sola línea en repetir las cuatro vaguedades que da
sobre ese futuro que la curiosidad innata en los seres humanos nos incitaba a
conocer.
¿Merece, entonces, algún comentario este libro? Pues
contrariamente a lo que podrías pensar, después de leer los párrafos anteriores,
sí que merece algunas reflexiones.
Llama la atención cómo el “traductor” se va justificando
al comienzo de la obra respecto a lo poco que nos va a ofrecer a continuación.
Dice, por ejemplo, que “había muchas cosas que afirmaba no haber comprendido
sobre lo que vio, ni estaba familiarizado con todos sus términos, tecnología o
el camino evolutivo seguido”. Vamos, que un indígena de la selva amazónica que
nunca haya estado en contacto con la civilización occidental nos daría unas
explicaciones mucho más precisas y abundantes sobre cómo es nuestro modelo de
sociedad y tecnología actual si lo hubiésemos traído unos días a cualquiera de
nuestras grandes ciudades y hubiera convivido con nosotros. Y ese tal Paul
Dienach “era” un profesor suizo, al que se supone un buena formación al menos
acorde con los conocimientos del año 1.921.
Durante su permanencia en el año 3.906 tampoco le
contaron nada de los acontecimientos narrados en la historia desde el momento
en que él vivía hasta ese año de nuestro futuro, justificándose de esta forma:
“No le contaron la historia exacta del siglo XX; creían que sería peligroso
hacerle saber su futuro inmediato y el futuro de su tiempo ya que podría
perturbar o cambiar el camino de la historia y de su vida”. En otras palabras:
Si escribía sobre cómo sería el siglo XX a partir del año 1921 lo más probable
es que no acertase ni uno solo de los acontecimientos, en cuyo caso quedaría
totalmente desacreditada esta historia.
Pero, entonces, ¿de qué habla este libro? Pues –aunque te
parezca mentira por lo sugerente de su planteamiento- todo se reduce a narrar
sus sentimientos acerca de su historia, de las personas que conoce, de cómo
evoluciona su estado de salud, de los recuerdos de su vida antes de caer en
coma, de la novia que tenía antes… Es decir, reflexiones personales sobre cómo
estaba, cómo se sentía, que recordaba, qué esperaba, qué le gustaría, cómo
añoraba a su novia… y así una y otra vez de forma reiterativa hasta el
aburrimiento.
Llegamos poco a poco al final de esta crónica del libro y
no aparece por ninguna parte algo aprovechable, algo digno de resaltar, algo
que valga la pena… pero no hay que desesperar, hasta en el relato más soso y
vacío al que puedas enfrentarte siempre queda un resuqixio para la esperanza de
encontrar algo interesante y es así como uno se puede leer al fin el único párrafo
aprovechable de todo el libro.
Dice textualmente: “Somos nosotros los que pasan, no el
tiempo. Nosotros, las criaturas humanas con el destino biológico de corta
duración, vamos y venimos. La dimensión de la profundidad nos engaña. Nuestras
antenas tienen una capacidad muy limitada. Sólo forman impresiones subjetivas
que son totalmente irrelevantes para la verdadera y objetiva ‘Gran Realidad’.
La esencia de estos términos es imposible de percibir debido a la restricción
de las capacidades humanas”.
Este párrafo me llamó la atención, sobre todo por ese
concepto de que el tiempo no existe, no pasa, sino que somos nosotros los que
pasamos, y cómo nuestra capacidad de comprensión es muy limitada acerca de
estas realidades del no tiempo, infinito, eternidad, etc.
Y fue así como me acordé de un momento de lucidez –quizás
también lo tuvo el “traductor” en aquél momento- que me permitió comprender
estos conceptos y no sólo eso, sino también explicarlos de una forma clara y
sencilla que todos pudieran entender. Por eso te invito a que leas el artículo
titulado “El tiempo no existe”, publicado en el “Diario AZprensa” el día
21-Abr-2024, en donde podrás entender eso tan difícil de comprender como la
inexistencia del tiempo, de que el tiempo no pasa sino que somos nosotros los
que pasamos. Este es el enlace: https://azpressnews.blogspot.com/2024/04/el-tiempo-no-existe.html
Conclusión.- No te creas todo lo que leas
pero, por muy disparatado, complicado o intrascendente que te parezca, utiliza
tu capacidad de razonamiento y trata de sacar alguna enseñanza.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon.
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