domingo, 24 de abril de 2016

¿Agua bendita o caldo de cultivo?

(AZprensa) Antiguamente había a la entrada de todas las iglesias una pila con agua bendita (agua bendecida) y era costumbre que todos los feligreses al entrar mojasen en ella sus dedos y a continuación hicieran el signo de la cruz sobre su frente. Pero a finales del siglo XIX la falta de higiene y salubridad en pueblos y ciudades era alarmante y la irrupción periódica de enfermedades contagiosas (tifus, cólera, gripe, etc.) era una constante.

Así las cosas, fue un médico de Daimiel (Ciudad Real), Gaspar Fisac Orovio, quien inventó un original artilugio para evitar que las pilas de agua bendita que, a fin de cuentas no era otra cosa que agua estancada en donde todo el mundo metía la mano (no siempre limpia), se convirtiesen en caldo de cultivo y de propagación de las enfermedades.

Dicho artilugio consistía en un doble recipiente que se colocaba sobre las pilas de agua bendita, con una llave cuya apertura daba paso a que el agua discurriese de forma lenta por un tubo y, por capilaridad, fuesen saliendo unas gotitas de agua en las cuales podían mojar los dedos los feligreses, sin que nadie más que ellos volviese a tocar ese agua, preservándose así la salubridad. Dicho dispositivo había cuidado todos los detalles, desde los aspectos estéticos de la decoración (una tapa en forma de concha) hasta los prácticos de funcionamiento (dos o tres litros eran suficientes para mantener ese goteo constante de agua durante diez o doce horas, según se ajustase con la llave de paso).

Esta no es sino una de las muchas curiosidades que se citan en el libro “Una lágrima es un beso” que recoge la biografía del médico, periodista y poeta, Gaspar Fisac Orovio (1859-1937). Más información en este enlace: http://www.bubok.es/libros/244091/Una-lagrima-es-un-beso

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