domingo, 17 de abril de 2016

Historias de médicos

(AZprensa) La historia está llena de médicos que destacaron en muchas otras facetas de la vida, del arte y de la cultura. Hoy traemos a estas páginas un recuerdo del médico, periodista y poeta Gaspar Fisac Orovio (1859-1937) pero no se refiere el mismo a ninguna de sus aficiones literarias sino a su arrojo y decisión a la hora de socorrer a los demás. Aunque el suceso no tuvo final feliz, sí al menos nos ha quedado su ejemplo:

Sucedió en Daimiel, a primeros de mayo del año 1890, cuando la Comisión técnica para la extinción de la plaga de la langosta tuvo que cruzar la pantanosa zona de las Tablas conocida como “El Chacón de la leona”. Disponían para ello de una barca a la que subieron los integrantes de aquél equipo, Ramón Rivas, Vicente Madridejos y Salvador Torres, a los que se había sumado el joven Manuel Mauri. Demasiadas personas para una pequeña barca de apenas cuatro metros de longitud por uno de ancho y sólo cincuenta centímetros de fondo (que era lo habitual para este tipo de embarcaciones destinadas a navegar por aguas someras), por lo que el quinto integrante, Villegas, desistió de subir a la misma. La fatalidad quiso que al llegar al centro, justo en la zona más profunda, la barca se hundiese. Así reconstruyó los hechos el diario “El Eco de Daimiel”: “...al llegar al sitio de más peligro el barco que, a consecuencia sin duda del peso, iba casi rasando con la quilla la superficie de las aguas debió, impulsado por algún movimiento de vaivén, recibir agua lo que alarmó a los expedicionarios que agarrándose unos a otros debieron hacer oscilar más el barco que se sumergió con todos al tiempo que pedían auxilio”. Según parece sólo uno de ellos sabía nadar e intentando salvar a los demás perecieron todos ahogados. Villegas corrió al pueblo a contarlo y muchos vecinos se acercaron hasta el lugar, pero sólo el doctor Gaspar Fisac y el juez Otón Peñuelas, tuvieron el arrojo de, ya entrada la noche, embarcarse en sendas barcas guiadas por los hermanos Rubio (Sebastián y Antonio), para tratar de rescatar los cuerpos, tarea que les llevó largas horas tal como relataba el diario: “...a pesar de estar oscura y lluviosa la noche y no disponer mas que de un farol, despreciando peligros e inclemencias del tiempo...”. Finalmente consiguieron extraer un cuerpo y no fue hasta la mañana siguiente que encontraron los demás. 

Esta historia, así como otras muchas de aquellos años, está recogida en el libro de la Editorial Bubok “Una lágrima es un beso”, la primera biografía del médico, periodista y poeta daimieleño, Gaspar Fisac Orovio (1859-1937), del que existe tanto una edición impresa como una edición digital: 
http://www.bubok.es/libros/244091/Una-lagrima-es-un-beso

1 comentario:

Eme dijo...

Yo, persona de setenta y cinco años, aprendí de mi padre un dicho, que decía así: El que quiera ver penitas,
que valla a Puente Navarro,
y allí vera los cipreses,
de los cuatro que se ahogaron.