(AZprensa) Esta creencia es totalmente errónea. Todas las bebidas con alcohol, independientemente de cuál sea su presentación, sabor o materia prima, producen en el organismo un efecto depresor del sistema nervioso central (SNC), lo que implica que todos los sistemas del cuerpo disminuyan su eficacia y sus ritmos, incluido el corazón. El consumo moderado de estas bebidas produce un descenso suave en la tensión arterial y un aumento compensador en la frecuencia cardiaca. Si el consumo se eleva, proporcionalmente se eleva la tensión arterial. En grandes cantidades puede producir un paro de las funciones respiratorias y, con éste, un paro cardiaco. Por ello, y más en estas fiestas tan propicias a los excesos, conviene poner un punto de cordura y de moderación en el consumo de alcohol.
Fuente: Fundación de Investigaciones Sociales, A.C. (FISAC)
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