(AZprensa) No todas las compañías y organizaciones se dan
cuenta que la motivación es la mejor herramienta para aumentar la productividad
y la competitividad, y que no sólo es cuestión de dinero (que también) sino de
otros aspectos emocionales que consiguen la fidelización de los empleados y que
estos den lo mejor de sí mismos. Tener empleados motivados, que den a la
empresa lo mejor de sí mismos, exige dotarlos de libertad y confianza para dar
rienda suelta a su iniciativa y creatividad, de una política en donde se
recompense el esfuerzo y donde el fracaso eventual no esté penalizado.
Veamos dos ejemplos reales de una gran compañía
farmacéutica:
Ayuda a la formación.- La formación continua era habitual
en todos los departamentos, cuyos integrantes recibían constantemente cursos
para estar al día en su área de trabajo. Pero además, si alguien quería recibir
un curso de formación específico sólo tenía que solicitarlo a su jefe y si era algo
razonable, algo que mejorase la formación del empleado y por tanto su desempeño
laboral futuro, se le pagaba. Y de igual forma se pagaban la compra de libros que
fueran útiles para mejorar la formación y el ejercicio profesional y la asistencia
a cualquier actividad externa de mejora profesional que requiriese el pago de
una cuota como, por ejemplo, asistencia a seminarios, congresos, reuniones de
un colectivo profesional inter-empresas, etc.
Invitaciones a clientes.- Todos los empleados tenían
libertad para invitar a comer a clientes, colegas o proveedores, siempre bajo
la lógica de que tales invitaciones fuesen por motivos profesionales que
deberían revertir en beneficio de la empresa. La elección del invitado, del
restaurante y del importe se incluía después en la nota de gastos mensual.
Todo esto se resume en un único postulado: la empresa
confía en sus empleados y los empleados devuelven esa confianza.
Fuente: “El legado farmacéutico de Alfred Nobel”, de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa.
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