viernes, 5 de febrero de 2021

Un corazón descarnado

(AZprensa) Entre dos y tres veces la distancia que hay de la Tierra al Sol se encuentra el llamado “cinturón de asteroides”, situado entre Marte y Júpiter. Se trata de un conjunto de varios millones de asteroides que van desde el tamaño del polvo, pasando por pequeñas rocas, hasta otros cuerpos que pueden llegar a los 950 Km. de diámetro como es el caso de planeta enano Ceres.
 
La forma en que se representa en documentales y películas es engañosa; la realidad no se parece en nada a ese enjambre de rocas que sólo los más expertos pilotos son capaces de sortear sin chocar contra alguna de ellas.
 
Para empezar, si juntásemos todas esas rocas, la masa resultante apenas llegaría al 4 por ciento de lo que es la Luna. En segundo lugar, la mitad de toda esa masa total la acaparan sólo cinco objetos: el planeta enano Ceres y los asteroides Palas, Vesta, Higia y Juno, y en concreto la masa de Ceres es el doble que la de Pala y Vesta juntos. En tercer lugar, todo ese conjunto de asteroides está disperso a lo largo de su órbita alrededor del Sol (una órbita de 550 millones de kilómetros, más amplia que la que recorre Marte) y eso significa que las distancias que hay entre unos cuerpos y otros (sobre todo entre aquellos de mayor tamaño) dentro de este “cinturón” es por término medio de unos... 5 millones de kilómetros (como vemos, una distancia más que suficiente para que ninguna nave choque contra una de esas rocas).
 
Esto no significa que no haya colisiones entre esos cuerpos, aunque en el caso de aquellas rocas con un tamaño significativo, dichas colisiones pueden darse cada 100.000 años. Hasta la fecha han sido varias las sondas espaciales que han atravesado este espacio... y nunca se han encontrado con ningún asteroide (salvo cuando han sido programadas especialmente para acercarse a alguno de ellos). Así de vacío y solitario es este famoso cinturón.
 
Pero ahora viene lo más interesante…
 
Se cree que todo ese material –o al menos una gran parte del mismo- podrían ser los restos de un planeta que se desintegró y cuyo corazón –quizás palpitante- aún esté dando vueltas por ahí. Identificado como Psyche, este asteroide de 226 km de diámetro, está compuesto principalmente de hierro y níquel (a diferencia del resto de cuerpos rocosos y/o helados que componen el “cinturón”) y podría ser efectivamente el corazón de ese planeta primitivo que perdió sus capas externas.
 
Llegar a él y examinarlo en detalle nos daría valiosa sobre cómo se formaron la Tierra y otros planetas; y eso es lo que se ha propuesto la NASA. Actualmente ha entrado en su fase final la construcción de una nave que viajará hasta Psyche, la cual utilizará un magnetómetro para detectar un campo magnético potencial; si el asteroide tiene uno, será indicador fiable de que alguna vez fue el núcleo de un planeta primitivo. Además llevará un generador de imágenes multiespectral para captar imágenes de la superficie y recopilar información sobre su composición y topografía.
 
Para la primavera de 2022, la nave espacial estará completamente ensamblada y lista para enviarse al Centro Espacial Kennedy de la NASA en Cabo Cañaveral (Florida, Estados Unidos), donde se lanzará en agosto de 2022. Psyche se dirigirá hacia Marte para aprovechar su asistencia gravitatoria en mayo de 2023, y a principios de 2026, entrará en órbita alrededor del asteroide, en donde pasará 21 meses recopilando datos y enviándolos a la Tierra para su análisis.
 

Fuentes: NASA y “Curiosidades del Sistema Solar”, de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa.

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