Ninguna otra gran fusión farmacéutica ha superado la rapidez
con que se consumó la fusión entre las farmacéuticas Astra y Zéneca,
concretamente 80 días laborables. Ello fue posible gracias a la perfecta
complementariedad de sus catálogos (ya que las Autoridades de la Competencia
siempre están atentas a que ninguna fusión de este tipo suponga una posición
dominante del mercado) pero también gracias a la perfecta organización y el
trato humano dado a los empleados.
Para dar una idea del volumen que supuso esta fusión que
convirtió a AstraZéneca en el tercer laboratorio farmacéutico más grande del
mundo, decir que su volumen de ventas conjunto ascendía a los 2,5 billones de
pesetas (15.000 millones de euros), presencia en más de 100 países y más de
55.000 empleados (de los cuales más de 1.200 en España). Y nada más arrancar su
cotización inicial en Bolsa fue de 12,5 billones de pesetas (75.000 millones de
euros).
Como decía en un editorial de aquella época “si en 1993 la
segregación en dos del grupo ICI –dando lugar al nacimiento de Séneca- supuso
un nuevo modelo de estrategia empresarial, seis años después asistimos a un nuevo
ejemplo de cómo deben llevarse a cabo las fusiones de manera rápida y eficaz”.
Y, en efecto, 80 días laborables después del anuncio de fusión se dispuso de un
equipo de dirección que funcionó –en términos comerciales- de manera unificada.
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