El caso es que pronto, tanto unos medios de comunicación
como otros (tanto los que se guiaban por criterios periodísticos como quienes
lo hacían por criterios estrictamente comerciales), se dieron cuenta que mis
notas de prensa eran diferentes a la mayoría de notas de prensa que recibían de
otros laboratorios. Mientras en las mías lo importante de cada noticia eran los
beneficios que se podían derivar para los pacientes, quedando en un segundo
plano nuestro laboratorio y nuestros productos, en los demás laboratorios la
tónica general era la de anunciar a bombo y platillo lo buenos que eran sus
productos. Mientras yo escribía poniéndome en el lugar del lector y diciéndome
“¿qué es lo que podría interesarme de toda esta historia?”, en la mayoría de
laboratorios quienes escribían esas notas de prensa lo hacían pensando “¿cómo
le gustaría al Director que estuviese escrita esta nota?”. Es evidente que sin
la confianza y libertad que me dio Alfredo Rubín no hubiera podido hacer así mi
trabajo. Y gracias a eso mis notas de prensa obtuvieron un índice de
publicación muy superior al de la media sorprendiendo por los resultados no solo
a los jefes y directores de Zéneca Farma sino también a mis colegas de la
central de Londres. De igual forma organicé numerosas ruedas de prensa,
gestioné entrevistas con directivos, promoví viajes de periodistas tanto a la
fábrica que teníamos en Galicia como a la sede central de Londres o a los
laboratorios de investigación de Manchester.
A pesar de la precariedad presupuestaria el nombre de Zéneca
Farma se convirtió en habitual en los medios de comunicación médica y
farmacéutica, habitual en los medios de información económica, habitual en los
medios gallegos (puesto que nuestra fábrica estaba en Porriño, Pontevedra), y
no resultaba extraño verlo de vez en cuando también en la prensa general tanto
nacional como provincial.
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