(AZprensa) Dificultad para
respirar o respiración sibilante, tos, flemas, opresión torácica, son algunos
de los síntomas provocados por el asma, patología milenaria que ya la
civilización griega relacionaba con todas las enfermedades referidas al aparato
respiratorio. Una enfermedad que afecta en especial a los niños y a los
jóvenes, y en la que inciden factores extrínsecos (socioeconómicos,
ambientales, zona geográfica, clima, alergenos de aire libre y de interior) e
intrínsecos (edad, sexo, antecedentes familiares, raza, genéticos, etc.).
De difícil
diagnóstico, el asma afecta entre un 5 y 15 por ciento de la población española,
estimándose que su incidencia y prevalencia van en aumento y que puede llegar a
poner en peligro la vida del enfermo.
Los síntomas del
asma son muy variables, tanto en el tipo como en la intensidad; son poco
específicos y comunes a los que presentan otras enfermedades del aparato
respiratorio como la rinitis o el catarro. Este es el motivo por el que el asma
puede estar falsamente etiquetada como rinitis o catarro. Sin embargo, cuando
el paciente acude al especialista con síntomas, el diagnóstico se puede
establecer con mayor facilidad. El médico puede objetivar los datos mediante
una exploración física que determine si se encuentra ante un paciente asmático:
pruebas de función pulmonar, inmunológicas, de hiperactividad bronquial...
El asma extrínseco,
provocado por factores externos presenta su máxima incidencia en el intervalo
comprendido entre los 15 y 24 años, decreciendo el número de diagnósticos según
aumenta la edad. Por el contrario, el asma intrínseco tiene su máxima
incidencia entre los 35 y 64 años. El tabaquismo o el no haber recibido
lactancia materna inciden en la aparición del asma.
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