(AZprensa) Los consumidores continúan extendiendo su papel protagonista
y alzan su voz en un área (la salud) en la que hasta hace poco tiempo sólo
jugaban un papel pasivo, a pesar de ser ellos los principales afectados.
Cada día es mayor la demanda de información sobre todo
aquello que pueda repercutir en una mejora de la salud y la calidad de vida de
los pacientes y, así, estos exigen su derecho a estar informados sobre los
avances científicos que se producen en este terreno y en un mejor conocimiento
de su enfermedad.
Mientras hablemos de “información” no debe alarmarse nadie;
otra cosa sería la publicidad directa al consumidor tal y como se está
aplicando en Estados Unidos y que merece debates más amplios. Sin embargo, la
“información” centrada en aspectos sanitarios y terapéuticos dirigida al
consumidor, sólo puede reportar ventajas a todos los implicados.
Un paciente bien informado acudirá al médico en vez de
buscar la automedicación (con sus consiguientes riesgos para la salud), sabrá
exponer mejor sus dolencias (con lo que al médico le resultará más fácil
establecer el diagnóstico apropiado), entenderá mejor las explicaciones del
médico (con lo que se optimizará el siempre corto tiempo de duración de la
visita), aceptará mejor las recomendaciones del médico (incrementándose el
nivel de confianza médico-paciente) y, finalmente, seguirá fielmente el tratamiento
(reduciéndose así esa auténtica lacra sanitaria y económica que supone el
incumplimiento terapéutico).
Vemos así que la información al paciente reporta indudables
beneficios sanitarios, sociales y económicos, por lo que desde todas las
instancias debe favorecerse esta demanda, como ya lo están haciendo los medios
de comunicación, organizaciones médicas, asociaciones de pacientes...
Las palabras que anteceden corresponden al texto de un
Editorial que escribí hace algunos años en mi revista “Información al Día” y,
como vemos, no ha perdido un ápice de actualidad. Sin embargo el último párrafo
es cuando menos inquietante. Ya decía, y sigue manteniendo su vigencia, que
“medios de comunicación, organizaciones médicas, asociaciones de pacientes...”
todos ellos elaboran informaciones dirigidas al paciente. Sin embargo no citaba
en aquella ocasión (y tampoco se puede citar a día de hoy) a quienes más voz
deberían tener en este aspecto. ¿Por qué no se permite hablar a quienes han
investigado las enfermedades, descubierto nuevos fármacos, desarrollado dichos
fármacos y, finalmente, fabricado y comercializado los mismos? ¿Es que alguien
puede saber más de esos fármacos que sus propios descubridores y fabricantes?
Desde luego que no, pero el hecho cierto es que a los laboratorios
farmacéuticos no se les permite dirigir “información” de sus medicamentos a los
pacientes y sí en cambio puede hacerlo cualquier otra persona. Yo mismo, o tú
lector, desde páginas como esta puedes escribir todo lo que quieras sobre medicamentos,
y sin embargo a los laboratorios farmacéuticos no se les permite. Tremenda
incongruencia. Y lo más lamentable de todo es que los laboratorios
farmacéuticos siguen agachando la testuz, doblegándose ante el poder de las
instituciones sanitarias sin rechistar, y acatando todo tipo de situaciones
injustas con tal de seguir viendo sus productos incluidos en el petitorio de la
sanidad pública... un petitorio, dicho sea de paso, cada día más reducido y con
precios más bajos.
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