(AZprensa, Editorial) Si todos mirásemos más al cielo y
menos a la tierra, nos iría mucho mejor. No hay más que mirar a nuestro
alrededor cuando viajamos en transporte público o simplemente por la calle:
casi todos van ensimismados mirando su móvil o el suelo que pisan; pocos
levantan la vista para contemplar la belleza arquitectónica de los edificios,
el esplendor majestuoso de las copas de los árboles o sencillamente la cara de
su acompañante para dirigirle unas palabras en vez de enviárselas por WhatsUp.
A los españoles, sobre todo a los que vivimos en grandes
ciudades, se nos ha olvidado mirar al cielo y contemplar la maravilla del cielo
estrellado, con todo lo enriquecedor que a nivel espiritual y emocional resulta
todos eso. Por eso me ha llamado la atención una noticia sorprendente y
maravillosa: La capital de Islandia, Reykjavik, apagará la mayoría de las luces
de sus calles aquellas noches en que se produzcan auroras boreales, para que
todos puedan disfrutar de tan bello espectáculo.
Islandia es lo más parecido que hay en nuestro planeta al
Paraíso; en la mayoría de los demás países, de tomarse tal iniciativa (aunque
no haya auroras boreales sí que podría verse la Vía Láctea si no lo impidiesen
las luces de las ciudades), esas horas de oscuridad sólo servirían para
aumentar el número de atracos y todo tipo de delitos.
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