(AZprensa, Editorial) Esta semana publicaba una noticia
relativa al IX Encuentro
Multidisciplinar con Sociedades Científicas, en donde se presentaron los datos
de una encuesta sobre 5.000 personas dando como resultado que la mitad de ellas
(el 50%) no entendían la información médica que se les daba. Se refería a la
información médica que puede encontrarse en Internet, pero para el caso es lo
mismo, todo ello nos conduce a que los médicos cuando hablan o escriben no se
ponen en el lugar del lector o paciente, se limitan a dar una información sin preocuparse
de que esa información sea comprendida por quien es el verdadero receptor de la
misma: el paciente.
Para un
médico resulta muy difícil bajar al mundo terrenal, utilizar palabras y
ejemplos burdos para que el paciente lo entienda y lo comprenda; por el
contrario, cuando hablan o escriben, se sienten en la obligación de dar una
conferencia magistral ante un tribunal médico de calificación. Piensan que un
lenguaje vulgar les hace también vulgar a ellos, y por eso huyen del mismo y se
enrollan con explicaciones científicas del más alto nivel para que todos sus
colegas sepan que ellos tienen un alto nivel científico.
El
paciente es lo de menos, lo que importa es el prestigio personal y profesional,
ser un médico de referencia. Incluso llegan a pensar que si el paciente no les
entiende eso es bueno, porque así dichos pacientes deducirán que su médico es
una eminencia y como no pueden hablarle de tú a tú, sólo les queda el camino de
la obediencia ciega a todo lo que les mande.
Bueno,
no todos son así, ya lo sé, sólo algunos, aunque más de los que a todos nos
gustaría. Pero es preciso pensar una cosa: ¿Cuántas veces nos han dado explicaciones
en la consulta sobre nuestra enfermedad y el tratamiento a seguir? Seguro que
muchas. Pero... ¿Cuántas veces nos ha preguntado a continuación el médico si lo
habíamos entendido?... creo que, por desgracia, ninguna.
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