(AZprensa) Aunque entre los profesionales sanitarios la
ERGE es una enfermedad común, para el público general aún no ha calado este
nombre, por lo que hay que explicarles que nos referimos a la “enfermedad por
reflujo gastroesofágico”, es decir, a la enfermedad que curso con ardor de
estómago y reflujo, esas bocanadas de líquido que suben de vez en cuando desde
el estómago hasta la boca y que, por su contenido ácido además dañan el
esófago.
Hay médicos que prefieren instaurar un tratamiento con
algún producto poco potente y si no se consigue controlar la enfermedad, pasar
después a otro con mayor potencia. Hay otros, sin embargo, como los doctores
Juan Vicente Esplugues, catedrático de farmacología de la universidad de
Valencia, y Julio Ponce, del servicio de medicina digestiva del hospital La Fe,
de Valencia, que optan por lo contrario: dar el producto más eficaz desde el
principio para resolver el problema cuanto antes.
Los productos más eficaces son los llamados IBP; el primero
y más famoso es el conocidísimo omeprazol, pero después han ido saliendo al
mercado otros IBPs más potentes y eficaces. Este grupo de fármacos “son capaces
de inhibir el 99,9% de la secreción ácida”, unos umbrales que “sólo los dan los
IBP”, por lo que “son los fármacos de elección”, según explica el Dr. Esplugues.
Según comenta, los IBP son unas sustancias muy sofisticadas, ya que “actúan de
una forma u otra en función de que haya o no ácido”, quedando fijados en la
zona en donde hay ácido.
Refiriéndose a la potencia de estos fármacos, el Dr.
Ponce destaca que “la eficacia terapéutica se asocia directamente con la
potencia antisecretora del fármaco” y que “la reducción del tiempo de
exposición ácida del estómago es el principal factor de curación”.
Sobre la polémica, muchas veces planteada, de cuál debe
ser el tratamiento inicial y si deben reservarse los IBPs potentes como segunda
línea de tratamiento (es decir, recetarlos sólo si fallan los anteriores), el
doctor Ponce se muestra categórico al señalar que “el tratamiento antisecretor
debe ser potente y duradero, cualquiera que sea la gravedad de la ERGE”.
Y lo explica así: “A partir de los síntomas no se puede
saber si el paciente tiene ERGE erosiva o no. Eso solo se puede saber haciendo
una endoscopia”, y comenta la paradoja de que muchas veces se manda hacer la
endoscopia al paciente, pero para librarle de síntomas hasta que le hagan la
prueba, le ponen un tratamiento, de tal forma que cuando le hacen la endoscopia
la enfermedad ya ha remitido. Por eso se muestra partidario de utilizar desde
el principio un IBP potente ya que haciéndolo así “se controla la ERGE sea o no
erosiva”.
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