(AZprensa) En determinadas ocasiones una situación
recuerda a otra vivida de forma muy similar y el individuo tiene la sensación
de que ese momento ya lo ha vivido antes. Y es que nuestra memoria nos puede
mentir, nos puede jugar malas pasadas. Algunos objetos que recordamos haber
visto, así como algunas palabras que pensamos haber escuchado, en realidad
nunca existieron. Este tipo de fenómenos nos pueden hacer dudar de nuestros
propios actos, de nuestra forma de actuar, de los recuerdos, conversaciones,
etc., incluso si se repiten con frecuencia en el tiempo, de nuestras
capacidades mentales.
Sin embargo, hace ya unos cuantos años que un grupo de investigadores
de la universidad de Ohio (Estados Unidos) realizaron un estudio que fue
presentado en la reunión de la Sociedad para la Neurociencia. Según el mismo,
es probable que algún tipo de incitación hiciera que almacenásemos en nuestra
mente, como ciertas o verdaderas, imágenes o palabras que nunca vimos ni
escuchamos. Asimismo los científicos se muestran esperanzados en que este tipo
de engaños del cerebro se podrán llegar a detectar gracias a que el rastro de la
verdad queda reflejado en las “fotos” cerebrales.
Los conocimientos sobre el cerebro avanzan a tal ritmo que
cada día se percibe más su impacto social. ¿Qué son la conciencia y la mente
humana? ¿Por qué experimentamos emociones? ¿Por qué aparecen las enfermedades
psiquiátricas o neurológicas? Estas son algunas preguntas básicas que la
neurociencia intenta contestar en beneficio de la humanidad.
La neurociencia estudia el sistema nervioso desde un
punto de vista multidisciplinario, esto es, mediante el aporte de disciplinas
diversas como la bilogía, la química, la física, la electrofisiología, la
informática, la farmacología, la genética, etc. Todas estas aproximaciones, dentro
de una nueva concepción de la mente humana, son necesarias para comprender el
origen de las funciones nerviosas, particularmente aquellas más sofisticadas como
el pensamiento, las emociones y los comportamientos.
Según la psicóloga Beatriz López Luengo, una de las
hipótesis sobre los llamados “recuerdos falsos” es que se producen debido a una
descoordinación del cerebro. Antes de profundizar en esta teoría, es
conveniente tener en cuenta que el cerebro humano está compuesto de dos
hemisferios, el derecho (en el que se localiza el espacio visual) y el
izquierdo (donde se desarrolla el lenguaje). Pues bien, la hipótesis explica
que la información transmitida por el ojo llega antes a un hemisferio que a
otro, de manera que se produce la descoordinación de la que hablábamos antes y
la sensación en el individuo.
No obstante, para que esta sensación y otras experiencias
sean aprendidas por la persona, es necesario que la fase que los expertos
llaman REM (Rápidos Movimientos Oculares, que se produce durante el sueño)
concluya sin ser alterada. De tal manera que “mientras soñamos existe una
primera fase, con un sueño profundo, en la que no hay movimientos oculares y que
tiene la misión de recuperar al individuo físicamente”, afirma esta experta.
Por este motivo, los deportistas prolongan esta primera etapa del sueño de forma
inconsciente.
La segunda etapa del sueño es la “encargada de consolidar
los recuerdos”, por eso a los estudiantes se les recomienda dormir las horas
necesarias después de haber pasado el día memorizando conceptos o cifras. Por
ejemplo, es curioso que si adelantas el reloj y te despiertas antes de tiempo,
alteras esa fase del sueño y lo aprendido durante el día anterior no llega a
consolidarse en la memoria. Por último, los sueños se pueden producir en ambas
fases, aunque “los que se desarrollan durante la primera no suelen ser
recordados”, explica López Luengo.
“Los sentidos no existen para reflejar la realidad
exterior, sino para la preservación de la especie”, afirma Francisco J. Rubia,
catedrático de fisiología humana en la universidad Complutense de Madrid, para
quien “el cerebro prefiere una información falsa a no tener ninguna
información”.
En este sentido explica que, desde el punto de vista de
las funciones cerebrales, poco importa cómo sea la realidad exterior; lo que al
cerebro le interesa es cómo puede utilizarla para la supervivencia del organismo.
Por ello, la reconstrucción de los contenidos de la memoria, que solemos llamar
“recuerdos” está muy lejos de ser fidedigna, resultando que para el cerebro es
más útil una historia plausible que la propia realidad.
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