En Zéneca Farma –como en la mayoría de las empresas tanto
ayer como hoy- la comunicación interna era otro cantar. El laboratorio editaba
una folletito DIN A-4 impreso a dos colores que primero se llamaba “Avances”
(aunque su presentación y contenido eran tan arcaicos que bien hubiera debido
llamarse “Retrocesos”) y posteriormente pasó a llamarse “Noticias” (haciendo en
su titular un juego de palabras con “ICI” que era el nombre del grupo
internacional al que pertenecíamos: Imperial Chemical Industries). En esa
“revistita” se contaban aquellas cosas que al Comité de Dirección de la empresa
le interesaba que se contasen. Había un Comité de Redacción formado por cuatro
o cinco personas de confianza del Comité de Dirección y el presidente de la
compañía, Alfredo Rubín, me pidió que me incorporase. A fin de cuentas, él
tenía confianza en mí, me había fichado personalmente y conocía mi preparación
y capacidad para participar en ese engendro, perdón, quiero decir “proyecto”.
Yo estaba horrorizado con ese cuadernillo que pretendía ser
un “medio de comunicación” destinado a informar y motivar a todos los empleados
de la compañía. El contenido no nacía de los acontecimientos noticiables que se
produjesen sino del compadreo de los directivos: “en el próximo número que te
hagan una entrevista a ti, y que fulanita nos cuente cómo es su departamento”.
Y por supuesto, todos los textos, antes de salir la publicación eran revisados
y corregidos por todos los miembros del Comité de Dirección. He dicho bien:
todos. Todos los directores debían leer el contenido y hacer sus eventuales
correcciones antes de mandar el número a imprenta.
En los aspectos relativos a la maquetación y diseño o al
estilo de redacción, mejor no entro a comentar nada. La palabra “horroroso” es
demasiado suave. Porque la cosa estaba bien clara: eran los directores de la
compañía quienes hacían “comunicación” o eso creían hacer, valiéndose para ello
de un grupo de curritos. No había, por tanto, ningún experto de Comunicación
dirigiendo aquello, poniendo un poco de cordura en tal desaguisado. Y por
desgracia, aquello era lo frecuente en casi todas las compañías que hacían algo
similar... y para mayor desgracia aún, esto sigue siendo habitual en muchos
compañías actuales aunque ahora hayan sustituido aquellos boletines en papel
por unos boletines en formato digital.
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