Como ahora está de moda inventarse nombres de síndromes (Ulises,
Estocolmo, Diógenes, Burn-out, etc.) yo también quiero contribuir con uno: el
“síndrome del Dr. House”. En el mismo se encuadraría esa obsesión por la
tecnología, por los avances médicos, donde lo que menos importa es la persona,
cómo se siente, qué espera, qué necesita.
Al Dr. House sólo le interesa su ego, acertar en el diagnóstico; del paciente, ni siquiera se aprende el nombre y por supuesto no va a perder el tiempo en hablar con él, ni en explicarle cosas, ni en animarle, ni…
Frente al síndrome del Dr. House los médicos que de verdad sean médicos tienen
a su disposición el mejor el mejor y más económico tratamiento: conectar con
ese ser humano que hay encerrado en cada cuerpo...
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