La Medicina es una profesión que aúna ciencia y arte, aun
cuando la creciente espiral tecnológica va quitando tiempo a los profesionales
para ese siempre necesario enriquecimiento cultural. Como decía el doctor
Manuel González Barón, “es refrescante que se nos obsequie, de vez en cuando,
con publicaciones que tratan de culturizar a la profesión y de distraer a los
colegas, desconectándoles de ese enloquecedor laberinto de datos, dosis,
pronósticos, etc.”.
Y así ha sido casi siempre en la industria farmacéutica, ya
que los laboratorios farmacéuticos han encontrado en la edición de libros, para
repartir gratuitamente a los médicos, una llave de acceso para que sus
visitadores médicos fuesen bien recibidos y acogidos, permitiéndoles explicar
–de paso- las ventajas de algunos de sus productos.
Lógicamente, y en aras de la ética, siempre se ha buscado
que esos libros que se regalaban a los médicos tuviesen alguna conexión –aunque
fuese mínima- con la Medicina. Así era el caso de uno de los libros que regaló
el laboratorio en el que trabajé durante un cuarto de siglo, y que recogía más
de 500 frases médicas que reflejaban el saber popular.
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