Según el último estudio sobre innovación farmacéutica,
realizado por la compañía Deloitte-Thompson Reuters, el coste de sacar un nuevo
medicamento al mercado supone un coste de 1.290 millones de dólares y un
periodo de tiempo de 14 años. Estas son cifras medias y, de hecho, hay
laboratorios que en determinados casos pueden acortar esos plazos e inversiones
mientras que otros, también es cierto, necesitan más dinero y más tiempo. Pero
vayamos con estas cifras medias: significan que, como el tiempo de exclusividad
de patente es de 20 años y ellos necesitan 14 para ponerlo en el mercado, sólo
les quedan seis años para recuperar los 1.290 millones de dólares de
inversión... y se supone que también deberían obtener algún beneficio que les
permita seguir investigando. Pasados esos seis años, cualquier laboratorio
puede copiar el producto y venderlo a bajo coste, ya que no tiene que amortizar
absolutamente nada.
Hace un par de décadas, la media estaba en 800 o 900 millones
de dólares y 10 años de media. Desde entonces no ha hecho más que subir con
algunos pequeños altibajos, tal como muestra este mismo estudio:
2010.- 1.094
2011.- 1.248
2012.- 1.137
2013.- 1.290
Mientras tanto, los
Gobiernos ponen trabas y más trabas que no hacen sino alargar el proceso de
investigación y desarrollo de los nuevos fármacos y cuando, por fin, están
listos, conceden precios ridículos (cuesta más un simple champú que cualquier
antihipertensivo, por ejemplo). Pero cuando, ya sin remedio, el laboratorio
acepta ese ridículo precio para amortizar lo que se pueda de todo lo invertido,
apenas han pasado esos seis años se da luz verde, con toda celeridad, a decenas
de genéricos a bajo precio. Entonces, el laboratorio investigador tiene que
bajar otra vez el precio y aún así, la ley dice que “a igualdad de precio, el
farmacéutico deberá dispensar el genérico”; es decir, a igualdad de precio se
da preferencia al que copia, en detrimento de quien arriesga, investiga e
invierte.
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