domingo, 26 de julio de 2015

Hay vida, pero está muy lejos

(El Inefable) Esta semana la NASA anunciaba el descubrimiento de un planeta muy parecido a la Tierra, el cual ofrece condiciones similares al nuestro para albergar la vida. Muchos titulares de medios de comunicación hablaban de este acontecimiento y daban por hecho que la humanidad podría trasladarse a ese planeta cuando el nuestro se hiciese viejo, superpoblado y/o escaso de recursos. Pero pasaban por alto algunas consideraciones:

Ese planeta, bautizado como Kepler 452b, es “posiblemente” un planeta rocoso, aunque su masa y su composición “aún no han sido determinadas”. Su órbita alrededor de su sol es de 385 días y su distancia muy similar a la nuestra, sólo un cinco por ciento más alejado, aunque esto se compensa con creces porque dicho sol es un 20 por ciento más brillante. Pero... está a 1.400 años luz de la Tierra. Esto significa que si se construyese una nave capaz de volar a la velocidad más alta de la que hasta ahora hemos sido capaces de conseguir, llegar a ese planeta llevaría 25,8 millones de años. Por lo tanto, o descubrimos otras formas de viajar por el espacio que sean diferentes a la convencional o quedará irremisiblemente fuera de nuestro alcance.

Y aún hay más. Esa estrella en torno a la cual orbita Kepler 452b es 1,5 mil millones de años más vieja que nuestro Sol, es decir, cuando nuestro sol encare la recta final de su vida (y de la nuestra, claro) el sol de Kepler ya habrá muerto (independientemente del tiempo empleado en el viaje).

Es evidente que existen miles de millones de planetas similares al nuestro en donde es posible se haya desarrollado la vida en algún momento de su historia, pero a día de hoy y a la luz de nuestro conocimientos, quedan demasiado lejos.

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