sábado, 15 de junio de 2019

Ceres, el rey de los enanos


(AZprensa) Ceres es un pequeño planeta (952 Km. de diámetro) que orbita entre Marte y Júpiter. Tiene una pequeña atmósfera que contiene vapor de agua. Su temperatura es del orden de los –38º C, y su gravedad un tercio que en la Tierra (100 kilos en la Tierra pesan 28 kilos en Ceres). El día (giro completo sobre sí mismo) dura 9 horas y el año (giro completo alrededor del Sol) dura 4,6 años.

Ceres fue descubierto en 1801 siendo considerado como un planeta, pero en 1850 se le degradó a la categoría de “asteroide”. Finalmente, en el año 2006 entró con merecimiento propio en la categoría de “planeta enano” y, de hecho, es el objeto más grande del cinturón de asteroides (contiene la tercera parte de la masa total del cinturón de asteroides). Muchos científicos pensaron que se trataba de los restos de un antiguo planeta llamado Faetón, que se habría desintegrado por alguna causa dando así lugar a este cinturón de asteroides; sin embargo las teorías actuales sostienen todo lo contrario, que el cinturón de asteroides es el resultado de los materiales abandonados de un planeta que nunca llegó a completar su formación.

Ceres tiene una propiedad especial llamada "equilibrio hidrostático", esto significa que el interior de Ceres es lo suficientemente débil como para que su forma dependa de cómo gire, dando a este cuerpo una forma prácticamente esférica (una propiedad que comparten todos los planetas). En su composición intervienen distintas capas a diferentes profundidades, con la capa más densa en el centro. Ceres es mucho menos denso que la Tierra, la Luna, el gigante asteroide Vesta y otros cuerpos rocosos en nuestro sistema solar. Contiene además materiales de baja densidad como el hielo de agua, el cual debe estar separado del material rocoso habiendo sido elevado a capas superiores junto con otros materiales ligeros. El interior de Ceres podría estar diferenciado, conteniendo un núcleo rocoso y un manto de hielo, e incluso se piensa que podría existir un océano bajo la capa de hielo. La superficie está compuesta por una mezcla de hielo de agua y diversos minerales hidratados como carbonatos y arcillas. Se han detectado, además, emisiones de vapor de agua en varias regiones y según las mediciones efectuadas expulsa al espacio hasta 6 kilos de vapor por segundo.

Las últimas observaciones de la sonda Dawn  (enviada especialmente para estudiar este planeta enano) están deparando numerosas sorpresas sobre el mismo. Llama la atención, por ejemplo, una extraña montaña con forma piramidal y algo más de 6.000 metros de altitud que se levanta en una zona bastante plana, y que en uno de sus lados muestra unas marcas brillantes que van desde la cumbre hasta la base. Cuanto menos resulta algo inusual y de difícil explicación dada su composición geométrica y el entorno relativamente plano en que se levanta. Pero esto no es lo más extraño.

Otra sorpresa ha sido el descubrimiento de unas manchas muy brillantes en el interior de algunos cráteres. En uno de ellos se han localizado hasta ocho puntos de estas características, uno de ellos –el más grande- con un diámetro de 9 a 15 Km. (como cualquiera de nuestras grandes ciudades). No se ha desvelado cuál puede ser la causa y los expertos apuntan a grandes depósitos de hielo o de sal. Otros, más osados, han equiparado esas mismas imágenes (a la misma altura y resolución) con vistas áreas de algunas de nuestras ciudades y el resultado no puede ser más similar. En junio de 2016, datos espectrales del infrarrojo cercano de estas áreas brillantes mostraron que eran compatibles con grandes cantidades de carbonato sódico (Na2CO3), por lo que era probable que cierta actividad geológica reciente estuviese implicada en la creación de esas manchas blancas.

Los nuevos datos y fotografías aportados por la sonda Dawn (cuya órbita ha llegado a acercarse hasta los 1.400 Km. de distancia) revelan que esas zonas blancas y extremadamente brillantes son altísimas concentraciones de carbonato sódico producido por actividad hidrotermal tal como sucede en algunos lugares de la Tierra, aunque nunca se habían visto tan altas concentraciones en ningún otro lugar de nuestro sistema solar. Esto sugiere un núcleo caliente y grandes cantidades de agua en su interior en épocas geológicas recientes. "Los minerales que encontramos en la zona brillante central de Occator requieren alteración por el agua", ha declarado María Cristina De Sanctis, del Instituto Nacional de Astrofísica de Roma, explicando cómo “los carbonatos apoyan la idea de que Ceres tenía interior actividad hidrotermal interna que empujó estos materiales al exterior”. El cráter Occator tiene 92 Km. de diámetro y ese tipo de misteriosas luces también puede observarse en algún otro cráter, como Haulani, de 34 Km. de diámetro.

De Sanctis también ha confirmado que la superficie de Ceres contiene filosilicatos de amoniaco o arcillas con amoníaco. Como el amoníaco es abundante en el sistema solar exterior, este descubrimiento da pie a la idea de que Ceres puede haber estado antes cerca de la órbita de Neptuno y emigrado posteriormente hacia el interior de nuestro sistema solar, lo que explicaría que conservase estos materiales; los mismos que se han detectado también en Encélado, un satélite helado de Saturno en donde se vienen observando numerosos y gigantescos géiseres en erupción en su superficie.

¿A qué se debe tanto interés en este pequeño planeta, que ha hecho que la NASA envíe una sonda exclusivamente para estudiarlo? Pues más llamativo aún resulta el interés que ha despertado en la Agencia Espacial China, que tiene previsto enviar en el año 2020 una sonda que aterrice en el mismo y regrese con muestras.

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