(AZprensa) La ingesta de grasas se relaciona casi siempre
con el sobrepeso pero, en realidad, su consumo es esencial para la salud.
Además de ser una fuente de energía, las grasas tienen un papel fundamental en
la composición y funcionalidad de las membranas celulares, participan en la
formación de hormonas y otros componentes esenciales de nuestro organismo y
desempeñan un papel fundamental en la regulación de las concentraciones de los
lípidos sanguíneos y de sus moléculas de transporte, las lipoproteínas.
Las cuatro familias de ácidos grasos - saturados, trans,
monoinsaturados y poliinsaturados-, consumidos de una forma equilibrada, son
esenciales para preservar la salud. Las principales fuentes de grasa en la
dieta humana son los aceites vegetales y grasas animales, aunque también se
hallan presentes en frutos secos, cereales y legumbres.
En las dos últimas décadas, la modificación del estilo de
vida y hábitos alimentarios en las sociedades occidentales ha provocado un
desequilibrio en el consumo de ácidos grasos, con un exceso de grasas
saturadas, trans y omega 6, y un defecto de omega 3.
Este desequilibrio favorece el riesgo cardiovascular y
genera un contexto de inflamación crónica, que a su vez aumenta el riesgo de
muerte súbita, de accidente cerebrovascular, de depresión y de enfermedades
neurodegenerativas, incluso de cáncer. Afortunadamente, la corrección del
desequilibrio en la ingesta de ácidos grasos a través de la dieta es una medida
sencilla y eficaz para conseguir un estado óptimo de salud.
Diversos estudios científicos indican que los ácidos
grasos trans procedentes de los aceites vegetales parcialmente hidrogenados
incrementan los factores de riesgo y los accidentes cardiovasculares. Asimismo,
el consumo de estas grasas se ha asociado a un aumento del riesgo de muerte por
enfermedad coronaria y muerte súbita cardiaca además de un mayor riesgo de que
aparezcan componentes del síndrome metabólico o diabetes. Este tipo de grasas
los podemos encontrar principalmente en alimentos horneados como galletas,
bollería industrial, snacks, alimentos precocinados, productos fritos como
patatas fritas u otros aperitivos, junto con helados, cremas y batidos.
En la actualidad no todos los tipos de grasas nocivas
aparecen reflejados en las etiquetas de los productos que consumimos, por lo
que quizá involuntariamente estamos ingiriendo grasas poco saludables sin ser
plenamente conscientes. No obstante existen algunos test que nos permiten
conocer el tipo y niveles de grasas que estamos consumiendo.
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