(AZprensa) Una de las operaciones más arriesgadas que se han llevado
a cabo para salvar una vida tuvo lugar hace unos años en el Polo Sur. Esta es
la historia:
Jerrie Nielsen, que tenía cuarenta y seis años y
trabajaba como médico en Ohio, había decidido tomarse un año sabático para
trabajar como investigadora en la estación polar Amundsen-Scott, situada en el
polo sur geográfico, uno de los lugares más remotos y peligrosos del mundo. Sus
habitantes (todos ellos miembros de estaciones de investigación de diversos
países) viven en una oscuridad casi total durante seis meses al año y las
temperaturas invernales pueden llegar a alcanzar los cien grados bajo cero. En esas
condiciones no existe posibilidad alguna de salir de allí antes de que llegue
la primavera.
Durante aquél largo invierno antártico, la doctora
Nielsen, única responsable del bienestar físico y mental del equipo de
investigadores destinados en aquella base, se detectó un bulto en el pecho y,
tras los contactos por radio con diversos doctores, se sospechó que se trataba
de cáncer de mama. Siguiendo instrucciones a través de Internet pudo
practicarse una biopsia a sí misma y la comprobación por Internet de los
resultados confirmó que se trataba de cáncer de mama.
En esa época del año resultaba prácticamente imposible el
aterrizaje en esa zona, por lo que no se podía evacuar a la paciente. No
quedaba más remedio que enviarle por cualquier medio la medicación y mantenerse
en contacto periódico con ella hasta que al llegar la primavera antártica fuera
posible ir a recogerla. Un grupo de apoyo con base en Christchurch, Nueva
Zelanda, preparó un envío con tamoxifeno así como un equipo de
video-conferencia que permitiría a los médicos examinar a la paciente a miles
de kilómetros de distancia.
Sin embargo, la misión resultaba muy arriesgada, toda vez
que en esa época del año la oscuridad era total durante las 24 horas del día y
el avión debía dejar caer el fármaco a menos de 50 metros de la base ya que,
con temperaturas por debajo de 60º C bajo cero en aquellos días, el fármaco –a
pesar de su embalaje especial- se congelaría si tardaban en ir a recogerlo más
de cinco minutos.
El estado de la mujer no amenazaba su vida, pero el
medicamento se necesitaba para asegurar que su estado no se deteriorase antes
de poder ser rescatada. Sólo si su salud empeorase mucho, se intentaría sacarla
de allí, aunque eso significaría llevar a cabo por primera vez en la historia
un aterrizaje en pleno invierno en el Polo Sur, algo que nunca se había
realizado y por consiguiente no se tenían garantías de que pudiese llevarse a
cabo con éxito.
Tras unos últimos contactos por radio, el personal de la
estación antártica puso barriles en llamas para guiar al avión comercial de las
Fuerzas Aéreas norteamericanas hasta un punto a 50 metros de distancia de la estación. El avión sobrevoló aquella
zona a tan sólo 200 metros de altura
y a una velocidad de 300 km/h para dejar caer con
éxito la carga. Provistos de sus esquíes, tardaron menos de cinco minutos en
recoger y trasladar dicha carga hasta el interior de la estación. Aquella fue
“una de las misiones más retadoras en tiempo de paz” según recuerdan los
responsables de la misión, una historia que más tarde la propia doctora Nielsen
reflejaría en un libro titulado “La prisión de hielo”.
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