(AZprensa) En este cada vez más inhumano mundo de las
empresas se ha vuelto una costumbre eso de despedir a los trabajadores en
viernes. Podían despedirlos cualquier otro día de la semana, pero siempre prefieren
hacerlo en viernes y además a última hora de la jornada laboral. ¿Por qué? En
su prepotencia se creen que haciéndolo así, los despedidos no tendrán tiempo de
contarle sus penas a los demás compañeros poniendo de vuelta y media a la
empresa y a sus directivos. Piensan –erróneamente- que así los despedidos
pasarán desapercibidos y que el resto de la plantilla no se enterará.
La realidad es muy distinta, porque cualquier trabajador
despedido siempre encontrará el medio de ponerse en contacto con sus compañeros
y transmitirles lo que ha pasado. La plantilla conocerá, pues, los hechos y no
sólo eso, sino también que la empresa ha querido taparlo todo lo posible
haciéndolo en viernes y a última hora.
Las empresas que obran así –cada vez son más- pierden
credibilidad ante sus empleados, pierden el afecto y el “orgullo de pertenencia”
de los restantes empleados, y lanzan un torpedo a la línea de flotación de toda
la fuerza laboral haciendo volar por los aires lo más valioso en cualquier
trabajador: la motivación.
Cuando un empleado está motivado, no solo porque recibe
un salario acorde a su puesto y a sus merecimientos, sino porque la empresa lo
mantiene siempre informado con total transparencia y proactividad, lo escucha,
fomenta la iniciativa personal, premia los aciertos y no penaliza los errores,
sabe delegar, le ayuda en su formación, le da las herramientas necesarias para
que llegue sus objetivos, etc., entonces ese empleado trabajará más y mejor, y
la empresa será finalmente la principal beneficiaria.
Pero no, los grandes directivos siguen encerrados en su
torre de marfil, alejados de la realidad que viven sus empleados, rodeados tan
sólo de su cohorte de aduladores, pendientes tan solo de obtener todos los
beneficios económicos y sociales que puedan conseguir de la empresa,
considerando a los empleados como simples números que pueden mover o eliminar
de un plumazo sin sentir el más mínimo remordimiento y sin comprender que son
los empleados quienes de verdad hacen que funcione y prospere una empresa a
pesar de la ineptitud de quienes les dirigen.
PD.- Como en todo en la vida, siempre hay excepciones,
pero esta es la norma general.
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