Alergia a la Luna
(AZprensa) Cuando llega la primavera miles de personas padecen alergia al polen; otras personas padecen alergia a los ácaros, al polvo, pero… ¿se podría padecer alergia en la Luna? La respuesta es que sí, y este curioso caso sucedió con los astronautas que pisaron la Luna en 1972 y que además de traerse unos cuantos kilos de piedras se trajeron también un pequeño resfriado alérgico... la primera alergia extraterrestre conocida. Aunque todos los astronautas que pisaron el suelo lunar estuvieron en contacto con el polvo de nuestro satélite, fueron los últimos astronautas quienes se vieron más afectados por el mismo, quizás porque los tripulantes de las últimas misiones fueron quienes permanecieron más tiempo y realizaron más caminatas sobre su superficie. Este polvo es tan fino que puede adherirse a las junturas de los trajes y ser transportado de esta manera hasta el interior de la nave y, una vez dentro, penetrar en los poros y los pulmones de los exploradores lunares, provocando no solo malestar pasajero, sino que podría dar lugar a males mayores como la silicosis o la intoxicación con metales pesados.
Gene Cernan, comandante de la Apolo 17, el último hombre en pisar la Luna contó que tardó dos meses, a base de duchas diarias, en poder quitarse de encima todo el polvo lunar que trajo impregnado por todas partes al regreso de su misión. Tanto él como Jack Schmitt, un geólogo que fue el único científico que pisó la Luna, permanecieron más de tres días en el Valle Taurus-Littrow, en el sector suroriental del Mar de la Serenidad en la Luna.
En diciembre de 1972, los dos aventureros realizaron tres largas caminatas con la ayuda de un vehículo lunar, recorriendo 30 kilómetros y recolectando 110,5 kilos de rocas lunares en las 22 horas y 4 minutos que estuvieron fuera del módulo lunar. Como se ve, tiempo más que suficiente para quedar cubiertos por completo con ese oscuro polvo de la Luna.
La primera impresión de Cernan es que era "suave como la nieve, pero extrañamente abrasivo". Más curiosa resulta la confidencia del astronauta John Young, del Apolo 16, quien no dudó en afirmar que su sabor "no es nada malo". Pero si en algo estuvieron todos de acuerdo, desde Neils Armstrong hasta Cernan, es en que el polvo lunar "huele a pólvora quemada".
Cada vez que los exploradores lunares regresaban a su refugio en el módulo lunar, lo llevaban involuntariamente con ellos. Se les pegaba a las botas, piernas y guantes, y no importaba lo mucho que intentaran quitárselo de encima, cepillándose el traje a conciencia antes de entrar en la cabina; siempre había algo (más bien mucho) que se colaba al interior. Una vez dentro, ya sin los cascos ni los guantes, podían sentir el olor y el sabor de la Luna.
Este elemento provocó el primer caso de alergia extraterrestre, cuando el geólogo Jack Schmitt informó por radio a Houston con su voz congestionada que: "Luego de sacarme el casco tras la primera salida, me atacó muy rápido una reacción al polvo. Sentí como se me mojaban las fosas nasales". Algunas horas más tarde la reacción pasó. "Pero me volvió luego de la segunda y tercera salida, aunque con menor intensidad. Creo que desarrollé algún tipo de inmunidad al polvo lunar", declaró posteriormente.
Es curioso que el único civil entre los astronautas que descendieron a la Luna haya sido también el único que informase de esta reacción. ¿No la tuvieron o no lo admitieron? Riéndose, Schmitt dice que "los pilotos son reacios a informar de sus enfermedades, temen que los dejen en tierra". A diferencia de los demás astronautas de las misiones Apolo, este era el único científico y por consiguiente no podía callar lo que le pasaba. Schmitt afirma que era muy sensible a "los olores a combustible quemado de Houston y al humo del cigarrillo, me volvían loco" afirma, mientras que los demás astronautas estaban acostumbrados, era su ambiente natural.
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