(AZprensa) ¿Os habéis preguntado alguna vez
por qué son tan baratas algunas clínicas dentales (o al menos así se anuncian
aunque luego la experiencia real venga a demostrar que el coste final le sale a
sus clientes igual o más caro que en otras)? Pues el secreto tiene dos patas:
los empleados y los materiales.
Como no hace falta ser odontólogo para abrir
una clínica dental (pueden abrirla sociedades de intermediación) estos
subcontratan odontólogos sin experiencia los cuales tienen que darse ellos
mismos de alta como autónomos, pagar sus impuestos, etc. y si enferman
sencillamente dejan de trabajar y de cobrar de esa clínica, la cual
subcontratará a otros; no disfrutan siquiera de vacaciones remuneradas ni pagas
extra ni nada, porque son autónomos aunque trabajen para esa clínica. Y
aprovechándose de la enorme bolsa de paro existente en la odontología, les
ofrecen unos salarios de miseria. Por eso hay tanta rotación de personal en
algunas clínicas dentales.
El otro factor de ahorro son los materiales:
o bien los compran al por mayor buscando los más baratos (no los mejores) o
bien –si quien ha abierto esa clínica es un protésico dental- los fabrican
ellos mismos. Esto no se da en ninguna especialidad médica. Un médico puede
prescribir cualquier medicamento pero no puede venderlo al paciente; en cambio
en una de estas clínicas sí pueden vender y colocar a sus clientes los
implantes y prótesis que ellos mismos fabrican. Pero es que en el mundo de los
implantes hay grandes diferencias en cuanto a calidad, diseño y procedencia, y
no todos se comportan igual ante el hueso de una persona.
Y todo esto no lo decimos solo nosotros sino
que simplemente hacemos de altavoz de las reclamaciones del presidente del
Consejo General de Dentistas, Óscar Castro, tal como ha denunciado hace unos
días en una amplia entrevista concedida a Acta Sanitaria y que resulta tan
impactante que hemos creído un deber contribuir a su divulgación.
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