(AZprensa) La tradicional espera de una o dos horas después
de comer antes de darse un baño no es una leyenda sino una de las
recomendaciones que hacen los médicos de familia a todos aquellos que vayan a
la piscina o a las playas en verano. Además, piden que se extremen las
precauciones con el consumo de alcohol, otra de las causas de ahogamientos en
los meses estivales.
Según el secretario de la Sociedad Española de Medicina
Familiar y Comunitaria (semFYC), el doctor Salvador Tranche, los famosos cortes
de digestión son en realidad "síncopes de hidrocución que se producen al
variar bruscamente la temperatura del cuerpo después de entrar en el agua; se
dan tras una comida copiosa, pero también pueden aparecer tras realizar un
ejercicio intenso o después de pasar mucho tiempo al sol.
"Es un cuadro poco frecuente en el que se pierde la
conciencia por falta de riego sanguíneo en el cerebro y puede acabar con un
ahogamiento". Por este motivo, "es recomendable esperar entre una y
dos horas después de comer para ir al agua y, cuando se haga, intentar que sea
de forma escalonada, para que el organismo se habitúe al cambio de temperatura
sin problemas".
Según explica el médico de familia de semFYC, "los
ahogamientos se producen sobre todo en niños por debajo de 3 ó 4 años, pero
luego hay un bloque entre los 15 y los 25 años donde los fallecimientos en el
agua suelen estar relacionados con la ausencia de sensación de riesgo y el
consumo de alcohol".
"El alcohol favorece la deshidratación y una de las
consecuencias de ella son los calambres, que en el agua pueden provocar una
sensación de pánico, un cierre de la glotis y una pérdida de conciencia dentro
del mar, la piscina o el río". "Parece mentira ver ahogamientos de adolescentes
ebrios en zonas donde prácticamente no cubre, todo ello fruto de la pérdida de
conciencia y la falta de reacción", dice este experto.
En cualquier caso, estos expertos recuerdan también que
durante los meses de verano es muy importante "no confiarse en ningún
momento" mientras los niños estén en el agua y mantener una
"vigilancia constante" sobre ellos, aunque lleven flotador o
"manguitos" porque "en cualquier momento, el niño puede tragar
un poco de agua, ponerse nervioso y asustarse; beber cada vez más agua y
terminar ahogándose". "No se les debe perder de vista nunca,
especialmente en horas como las de la siesta y más aún si están en la playa o
el río, donde la corriente puede arrastrarlo", comenta el doctor Tranche.
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