(AZprensa)
Muchos padres no pueden dejar a sus hijos en el colegio a las 9 de la mañana ya
que a esa misma hora e incluso un poco antes deben ellos empezar a trabajar; es
por esto que los colegios suelen ofrecer lo que se llama “servicio de guardería”.
De esta forma los padres pueden dejar a sus hijos en el colegio una hora antes
y así acudir puntuales a su centro de trabajo. En ese “servicio de guardería”
los niños –bajo la tutela de un profesor- realizan diversas actividades lúdicas
y educativas (juegos, manualidades, etc.) y pasan muy entretenidos ese espacio
de tiempo hasta que llega la hora de comenzar las clases. El colegio no lo hace
gratis, claro está, y cobra un dinero a los padres (normalmente unos 60 euros
al mes) por dejarlos allí esa hora u hora y pico extra.
Pero
¿qué ha pasado en la sociedad tras la pandemia? El coronavirus parece haber
afectado el cerebro de casi todos los ciudadanos y así se demuestra una y otra
vez con las absurdas e incongruentes medidas que toman políticos, gestores,
etc. Hoy nos referiremos a cómo se ha transformado el tradicional “servicio de
guardería” en salas de tortura, transformando unas aulas donde los niños
jugaban, reían y aprendían, en algo más parecido a un campo de concentración
nazi.
Las
nuevas normas implantadas para este curso escolar que ahora comienza (y ya
veremos por cuánto tiempo) exigen que los niños (y no olvidemos que a ese
servicio de guardería van mayoritariamente niños de 3 a 6 años) permanezcan
todo el tiempo sentados en una silla delante de su pupitre, a metro y medio de
distancia de los demás niños, sin poder levantarse ni interaccionar con ningún
otro niño, permitiéndoseles únicamente dibujar o hacer manualidades con los
materiales escolares (nada de llevarse ningún juguete ni nada parecido de su
casa). El maestro vigilante (más bien habría que llamarle gendarme guardián)
velará porque los niños permanezcan quietos, sin hablar, sin levantar la vista
de unos papeles o lápices que tengan sobre su pupitre… y así durante una hora o
más.
¿Cómo
van a aceptar unos niños de 3 a 6 años estar una hora o más sentados, callados,
sin hacer absolutamente nada? Llevar a los niños al “servicio de guardería” ya
no va a suponer para ellos una hora de entretenimiento sino una hora de
tortura. Pero, eso sí, los colegios van a seguir cobrando esos 60 euros por
aplicar esta tortura a los niños. ¿Habrá muchos padres que consientan semejante
atrocidad? Mucho nos tememos que a algunos no les quedará más remedio. Como
siempre, quienes pagan la incompetencia de políticos y gestores son los más
débiles, en este caso los niños, que ni votan ni convocan manifestaciones.
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