miércoles, 9 de septiembre de 2020

Último ejemplo de parcialidad y antipatía de los periodistas hacia la industria farmacéutica


(AZprensa) Desde estas páginas siempre hemos denunciado la parcialidad y antipatía (casi obsesión habría que decir) de los periodistas hacia la industria farmacéutica. Que esos sentimientos se basen en la poca transparencia de los laboratorios y en las dificultades que siempre ponen para impedir que los periodistas hagan su trabajo, no es excusa que justifique anteponer sentimientos frente a imparcialidad, y los periodistas han de ser siempre imparciales cuando dan “información”, aunque sí pueden ser parciales cuando dan “opinión”. Sin embargo, en la práctica real, vemos cómo la opinión y los sentimientos de los periodistas siempre impregnan y contaminan de parcialidad todas las noticias. Hoy vamos a comentar el último ejemplo que demuestra esa parcialidad y aversión de los periodistas hacia la industria farmacéutica:

Ayer todos los medios de comunicación se hacían eco de una noticia (y hoy sigue acaparando titulares): la vacuna contra el coronavirus que está desarrollando el laboratorio AstraZéneca y que se estaba ensayando en miles de pacientes (fase III de investigación, que se llama) ha provocado una reacción adversa en un paciente y se ha paralizado el ensayo.

Como vemos es una noticia negativa y por lo tanto los medios de comunicación no han dudado en llevar a titulares el nombre del laboratorio farmacéutico. Sin embargo pocas personas habrán relacionado esta noticia con la vacuna contra el coronavirus que está desarrollando la Universidad de Oxford. ¿Por qué? Porque cuando las noticias sobre el avance de la investigación en esta vacuna eran positivas, prometedores, esperanzadoras… los periodistas hablaban de la Universidad de Oxford y muy pocas veces aclaraban que si esos investigadores estaban trabajando en ese proyecto era gracias a que el laboratorio AstraZéneca pagaba todo el coste a cambio de comercializarla si finalmente alcanzaba el éxito, y que cargaría con todo ese gasto en su cuenta de números rojos si finalmente era un fracaso.

En definitiva: si la noticia es buena se le dan todos los méritos a la Universidad de Oxford, pero si la noticia es mala se le carga toda la responsabilidad al laboratorio que lo financia y hace posible la investigación.

Como, por otra parte, los responsables del laboratorio no se han esforado en transmitir a la opinión pública que la vacuna de Oxford era la suya, la que pagaba AstraZéneca, los periodistas han seguido haciendo su juego sucio.

Por lo demás, añadir que un efecto adverso encontrado en una investigación sobre miles de pacientes es algo completamente habitual en cualquier investigación clínica, que todos los medicamentos (y las vacunas también) tienen efectos adversos y debe ser siempre el análisis del balance riesgo/beneficio el que determine en cada paciente si es conveniente o no darle ese tratamiento; es decir, analizar en cada paciente si los beneficios van a pesar más que los posibles efectos adversos.

Está claro que en algo tan sensible como esta vacuna hay que tomar todas las precauciones, y por ello no está de más analizar a fondo el caso; pero de ahí a este juego sucio de los medios de comunicación citando al laboratorio al que antes silenciaban, va un abismo.

Que lo sepa todo el mundo: la vacuna de la Universidad de Oxford y la vacuna de AstraZéneca, son la misma cosa, para lo bueno y para lo malo.


Historia del laboratorio que llegó a la cima... y volvió a bajar...

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