domingo, 3 de julio de 2022

El presupuesto anual que se fue en diapositivas

(AZprensa) 
Hoy día todo es Power Point, pero hubo una época prehistórica en donde las presentaciones se hacían apoyándose en imágenes proyectadas en una pantalla mediante un proyector de transparencias. Ya hemos hablado de esto en la anécdota anterior. Pero ya había tomado el mando el grupo ICI, nos llamábamos ICI-Zeltia, y éramos una empresa de vanguardia con presupuesto y medios suficientes. Muy pronto, pues, abandonamos esa forma rudimentaria de animar y apoyar las presentaciones. Lo que causaba furor entonces eran las diapositivas, pero diapositivas realizadas expresamente para cada presentación, las cuales contenían las gráficas, cuadros, esquemas, etc., todo lo que fuese necesario para atraer la atención de los espectadores y contribuir a que el mensaje que se quería transmitir quedase perfectamente grabado en la memoria de los destinatarios.
 
Algunas de aquellas diapositivas las realizábamos directamente en el Departamento de Publicidad, convertido en aquellos momentos en improvisado plató; pero otras requerían procesos más complicados para los cuales no teníamos los recursos técnicos necesarios pero sí el presupuesto correspondiente para encargarlas a empresas de producción audiovisual.
 
Quedaban tan bonitas las presentaciones, con aquellos carruseles de diapositivas espectaculares, que todos suspiraban porque les hiciésemos sus correspondientes juegos para sus reuniones: Jefes de Producto, Jefe de Ventas, Director Comercial, Director Técnico… y también quiso probar las mieles de ese éxito de audiencia que proporcionaban las presentaciones audiovisuales, el jefe de Seguridad y Medio Ambiente.
 
Era tanta su admiración por las presentaciones que estábamos preparando a otros jefes, que quiso ponerse a su altura y nos facilitó una amplia selección de esquemas y gráficas para que montásemos con ellas la parte audiovisual de su presentación. Como casi todo lo que nos había propuesto requería que lo realizase la empresa de producción audiovisual que colaboraba con nosotros, se lo pasamos a esta.
 
A los pocos días llegó el set de diapositivas y cuando lo vio quedó encantado. ¡Jamás en su vida había contado con un apoyo visual tan espectacular para sus reuniones! Nos dio las gracias y se fue todo contento para comenzar su ronda de presentaciones por las distintas delegaciones.
 
Al cabo de un par de semanas, le llegó la factura de aquella presentación. Un sudor frío recorrió todo su cuerpo y una taquicardia galopante hacía retumbar toda su caja torácica mientras le temblaba el pulso y era incapaz de pronunciar palabra. Estuvo a punto de sufrir un colapso, aunque afortunadamente se repuso y poco a poco fue capaz de hablar. Fue a vernos y nos dijo, con la voz aún temblorosa: “¿Qué es esto? Tiene que estar equivocado”. Nosotros miramos la factura y vimos lo que allí ponía: 50 diapositivas a tanto (no me acuerdo de la cifra) cada una, total… (lo que fuese). “Está correcto –le respondimos- ese es el precio normal que nos cobran siempre por estos trabajos”.
 
Ese había sido su gran error: no preguntar antes el precio. Se creía que todo ese trabajo, de un esmerado acabado profesional, era cosa de poco, algo que podía hacer cualquiera por muy poco dinero, y resultó que el importe de las diapositivas de esas reuniones era más alto que el presupuesto total que él tenía para todo el año.
 
La realidad es que su presupuesto anual era ínfimo en comparación con el que manejábamos en el área Comercial. Él se manejaba en cientos y nosotros en millones, esa era la diferencia real.
 
Lo vimos tan angustiado y nos dio tanta pena, que al final le dijimos que nos diese la factura para cargarla a nuestro presupuesto. Esa fue la primera y última vez que nos pidió que le realizásemos cualquier trabajo.
 

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