viernes, 29 de julio de 2022

Sin inglés no hay futuro profesional

(AZprensa) Cuando Matilde Casals me dijo aquella frase de ‘El Sr. Rubín ha dicho que es una pena que no sepas inglés, porque sería muy bueno para tu carrera dentro del grupo’, yo me quedé con la copla y decidí que tenía que aprenderlo. Me apunté a un curso de inmersión total en inglés que se desarrollaba durante una semana en régimen de internado (dos alumnos por profesor, ocho horas diarias de clase y el resto del tiempo hablando siempre en inglés) en un pequeño pueblo de Segovia. Le comenté a Enrique Portús (que entonces era el presidente de ICI-Zeltia) que quería hacer ese curso aunque yo estaba dispuesto a pagármelo (300.000 pesetas) y él aceptó que lo hiciese considerando aquella semana como tiempo laboral normal, es decir, sin descontármelo de vacaciones. Aquello se tradujo en que por fin pude “soltarme” en inglés e incluso viajar a una reunión internacional en Manchester para hacer una chapucera presentación en inglés pero que causó muy buena impresión. Tanto fue así, que pocos meses después, Portús decidió que otro compañero, el Jefe de Producto Carlos Palomar y yo, fuésemos a hacer otra semana de inmersión a ese mismo lugar, aunque esta vez pagado todo por la empresa. Esa segunda semana de inmersión no me dejó tan buen recuerdo (en cuanto a progresos) como la primera, y así se lo conté a sus responsables, los cuales me ofrecieron otra semana “gratis total” (tanto para la empresa como para mí) al cabo de unos meses. Fue así como esas tres semanas repartidas en poco más de un año, me permitieron dar el salto cualitativo necesario para poder defenderme en inglés.
 

“Diccionario Daimieleño – Español”: 

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