(AZprensa) En la empresa de agroquímicos donde trabajaba,
ICI-Zeltia (actualmente Syngenta), nos
pusieron un profesor de inglés que nos daba clases (dentro del horario laboral)
a cuatro o cinco mandos intermedios. Y te preguntarás: “Cómo era ese profesor”.
Yo te lo diré, lo definí como “el peor profesor del mundo”. Mira, mira lo que
escribí en su día:
“Todos hemos conocido y padecido a muchos malos
profesores, pero en mi caso debo decir que conocí al peor profesor del mundo.
Era un profesor de inglés que nos habían puesto a varios empleados para que
aprendiésemos algo de inglés, porque nuestros conocimientos se limitaban a lo
poco y mal aprendido durante el bachiller y la carrera.
Pero, para empezar, este profesor no era nativo, sino español de pura cepa; y además su lema para aprender inglés era: conocimiento perfecto de la gramática y no dar ni un solo paso si antes no se domina el anterior.
Conclusión: explicaba algunos tiempos verbales (los explicaba en español y luego repetía frases en inglés) y nos pedía que hiciésemos una frase con ellos. Hacíamos la frase y, como era lógico, cometíamos algún error. Así que empezaba a explicar en español otra vez todo aquello para volver a pedirnos que hiciésemos la frase. Y como algo fallase, había que intentar una y otra vez, repetir una y otra vez, hasta que al final decíamos perfecta aquella frase.
Para que os hagáis una idea, esto suponía que en cada hora de clase se dedicaba más de media hora a explicaciones en español, veinticinco minutos a repetir una y otra vez la misma frase, y sólo cinco minutos de avance sobre lo estudiado el día anterior. Ante tan nefasto profesor, no tuve más remedio que renunciar a esas clases y buscarme la vida (el aprendizaje del inglés) por otro lado, porque con él sólo aprendí una palabra: ‘repeat’”.
Pero, para empezar, este profesor no era nativo, sino español de pura cepa; y además su lema para aprender inglés era: conocimiento perfecto de la gramática y no dar ni un solo paso si antes no se domina el anterior.
Conclusión: explicaba algunos tiempos verbales (los explicaba en español y luego repetía frases en inglés) y nos pedía que hiciésemos una frase con ellos. Hacíamos la frase y, como era lógico, cometíamos algún error. Así que empezaba a explicar en español otra vez todo aquello para volver a pedirnos que hiciésemos la frase. Y como algo fallase, había que intentar una y otra vez, repetir una y otra vez, hasta que al final decíamos perfecta aquella frase.
Para que os hagáis una idea, esto suponía que en cada hora de clase se dedicaba más de media hora a explicaciones en español, veinticinco minutos a repetir una y otra vez la misma frase, y sólo cinco minutos de avance sobre lo estudiado el día anterior. Ante tan nefasto profesor, no tuve más remedio que renunciar a esas clases y buscarme la vida (el aprendizaje del inglés) por otro lado, porque con él sólo aprendí una palabra: ‘repeat’”.
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