(AZprensa) El
ser humano es un ente biológico que se mueve por tres instintos básicos, los
cuales rigen todo su comportamiento. Esos tres instintos son (1) el instinto de
supervivencia; (2) el instinto de reproducción; y (3) el instinto de
transmisión de conocimientos. Todo ello está encaminado, como puede suponerse,
a la perpetuación de la especie. Estos tres instintos –que analizaremos con más
detalle a continuación- están presentes en todos los seres vivos, desde los
organismos unicelulares hasta los mamíferos, entre los cuales se encuentra el
ser humano. Lo queramos o no, los seres humanos estamos “atados” a estos tres
instintos, gracias a los cuales seguimos vivos y damos lugar a una generación
tras otra. Pero no vayas a creer que nosotros somos algo muy distinto a los
demás seres vivos; estos tres instintos básicos están igualmente presentes en
el reino vegetal y, en definitiva en todos los seres vivos e incluso en los
virus (que forman un grupo aparte, diferenciado de animales y plantas, pero que
igualmente se ven supeditados a estos tres instintos).
El
ser humano no se diferencia, pues, ni de los animales, ni de las plantas, ni de
los virus… al igual que todos ellos es esclavo de estos tres instintos básicos
ya que de ellos depende su supervivencia. Pero analicemos con un poco más de calma
cada uno de ellos.
1.-
Instinto de supervivencia.- Este es uno de los más sencillos y evidentes. Todos
los seres vivos reaccionan defensivamente, y de manera innata, frente a cualquier peligro. Cuando
nos asomamos a una barandilla sobre un precipicio, instintivamente nos
agarramos con fuerza a la misma para no caer; cuando tocamos algo muy caliente retiramos
inmediatamente la mano, antes incluso de que el razonamiento nos lleve a considerar
que eso ponía en peligro nuestra integridad física; cuando se produce un fuerte
ruido nos encogemos como buscando refugio; si estamos en peligro de ahogarnos,
movemos manos y piernas y gritamos pidiendo ayuda… Los seres vivos están
dotados de terminaciones nerviosas que mediante el signo del dolor, el vértigo
y las emociones innatas como el miedo, nos advierten de esos peligros y no hace
falta que nos paremos a pensar si hay motivos fundados o no para evitar ese
peligro, nuestro cuerpo, de forma autónoma reacciona ante esos estímulos para
evitar el daño e incluso la muerte.
Como
puedes ver no somos dueños de nuestros
actos, es la propia naturaleza la que se encarga –sin consultarnos- de procurar
que sigamos vivos e íntegros, porque la Naturaleza nos quiere así: vivos e íntegros.
Y
sin embargo muchas veces el ser humano, en un ejemplo de aberración, trata de
anular ese instinto de supervivencia. A la insensatez se la bautiza como
“valentía” o “intrepidez”. Se juega estúpidamente a poner la vida en peligro
sin que ello reporte más beneficio que el reconocimiento social. La gente sigue
haciéndose selfies al borde de precipicios y cayendo al vacío en ciertas
ocasiones; sigue organizando apuestas temerarias bien sean de conducción, de
comida o de borrachera; sigue consumiendo venenos “legales” tales como la
comida basura, el alcohol y el tabaco; persiguen “acabar” con el tráfico de drogas
convirtiendo a estas en productos legales, tal como está sucediendo en muchos
países con la marihuana (cannabis); e incluso se promociona y financia desde
los gobiernos la muerte de niños (aborto) y la muerte de adultos (eutanasia),
en el primer caso porque sale más barato matar a un feto que mantener y criar a
un niño, y en el segundo caso porque resulta más barata la eutanasia que aplicar
cuidados paliativos para lograr una muerte digna.
El
cuerpo humano es nuestro recipiente, nuestro envase, y la obligación que
tenemos todos es la de cuidarlo para que funcione con salud el mayor tiempo
posible. Por eso, no sólo el suicidio sería “pecado” contra este instinto
básico; también lo serían una mala alimentación, unos hábitos de vida que
pongan en peligro la misma; y todo aquello que dañe –en definitiva- nuestro
cuerpo, incluyendo aquí también la mortificación corporal que se infringen algunos
religiosos y que lejos de ser una práctica santa son un pecado al dañar el
cuerpo que Dios (o la Naturaleza, si eres ateo) nos ha dado.
2.-
Instinto de reproducción.- Todos los seres vivos estamos programados para la
reproducción. “Creced y multiplicaos” se dice en la Biblia. Y ese instinto de
reproducción está igualmente presente en todos los seres vivos. Las plantas
germinan y producen frutos y semillas para perpetuar la especie; los virus –que
son una cosa aparte- se replican, es decir, se “fotocopian” en cuanto
encuentran un ambiente óptimo para hacerlo; los animales tienen fijados unos
ciclos de apareamiento precisamente en aquellos entornos y épocas del año más
propicias para que la prole salga adelante; y los primates y los seres humanos…
estos son un caso aparte.
Mientras
en todos los demás animales la sexualidad está dirigida exclusivamente a la reproducción
y esta se hace siempre en los momentos más adecuados para ello, en los primates
y en los seres humanos, la sexualidad dura los 365 días al año. ¿Qué significa
esto? Simplemente que por las capacidades de estos seres, la época del año no
influye en la gestación y crianza de nuevos individuos, pero nada más. La
sexualidad es un instinto exactamente igual que el que se observa en otros
animales con la única diferencia de que en este caso se puede hacer también por
placer y no sólo como un mecanismo frío de reproducción.
Pero
en el ser humano, también la aberración está presente. Desde los gobiernos se
fomenta y promociona la utilización de la sexualidad sólo como instrumento de disfrute,
no de reproducción (la razón es muy sencilla: “que disfruten follando –que eso
no nos perjudica- mientras nosotros nos enriquecemos”, piensan aquellos que
dirigen el mundo). Y aún hay más. Se utiliza el aborto como si fuese un “método
anticonceptivo” simplemente porque ese embarazo iba a impedir unas vacaciones o
comprarse un coche nuevo. Se intenta convencer a la población de que la
homosexualidad es algo normal (cuando la homosexualidad claramente es contraria
al instinto de reproducción).
Los
seres vivos tienden a reproducirse y todo lo que vaya en contra de la reproducción
de la especie va en contra de la naturaleza. Otra cosa es –como ya hemos
comentado- que primates y humanos pueden utilizar la sexualidad para disfrute,
pero no sólo para eso, sino también para crear una familia y un proyecto de vida.
Y los dos extremos son malos: Lo mismo que la homosexualidad va en contra de
este instinto básico, también va en su contra el celibato.
El
ser humano, para estar en armonía con este instinto básico común en todas las
especies, debe reproducirse en la medida de sus posibilidades, ya que una reproducción
incontrolada, que dañe el cuerpo de la madre y/o impida dar a los hijos una
vida digna, es tan aberrante como utilizar siempre el sexo únicamente por
placer o no utilizarlo nunca.
3.-
Instinto de transmisión de conocimientos.- Podría pensarse que esto no es muy
importante, pero –querámoslo o no- está arraigado en todas las especies. En el
reino animal, los padres enseñan a sus hijos aquello que han aprendido, qué es
lo que se debe comer, cómo protegerse del frío o el calor, cómo valerse por sí
mismo. En el reino vegetal, las especies van aprendiendo de sus padecimientos
para transformarse en variedades más resistentes. En el reino microbiano, ahí
están las llamadas “resistencias” que generan dichos seres aprendiendo a
defenderse de todo lo que las ataque. E igualmente en los virus, que no están
ni vivos ni muertos, pero sí se reproducen auto replicándose, también ellos
“aprenden” y constantemente dan lugar a nuevas mutaciones más resistentes.
Los
seres más evolucionados, como nosotros, tenemos eso que se llama “curiosidad” y
gracias a ella vamos explorando el mundo que nos rodea y gracias a ello vamos
aprendiendo. Pero ese aprendizaje no se queda sólo en nosotros sino que lo
vamos transmitiendo a nuestros congéneres y a nuestra descendencia.
En
conclusión, los seres humanos no somos muy distintos de bacterias, virus,
plantas o animales: Todos estamos programados para tratar de conservar nuestra
salud y nuestra vida, para reproducirnos y para aprender y transmitir nuestros conocimientos a
nuestros congéneres. Gracias a estos tres instintos
básicos se perpetúan las especies; sin ellos, estarían abocadas
irremediablemente a la extinción. Otra cosa es que el ser humano se empeñe una
y otra vez en ir “contra la naturaleza”, contra su propia naturaleza.
Para
finalizar, me viene a la memoria eso que se dice siempre como objetivo de una
vida plena: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. (Plantar un
árbol es un claro símbolo de apuesta por la vida; tener un hijo es cumplir ese
propósito de perpetuar la especie; y escribir un libro, es un claro ejemplo de transmisión
de conocimientos. Tres pilares básicos que están insertos en nuestra propia
naturaleza para que la vida se siga abriendo camino).
Imagen:
En el ser humano, el sistema límbico es el responsable de los instintos
básicos.
Un libro que da respuestas a las preguntas más esenciales que siempre se ha planteado el ser humano.
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