(AZprensa)
Imagina por un momento que eres un piloto de aerolíneas, con miles de horas de
vuelo, un experto en leer el cielo como si fuera un libro abierto. Has visto
amaneceres desde 30,000 pies, tormentas que parecen pintar el horizonte y
constelaciones que te guían en la noche. Pero de repente, algo aparece en tu
radar, o peor, frente a tus ojos: un objeto que se mueve como si estuviera
rompiendo todas las leyes de la física, haciendo piruetas que ni el mejor drone
de Hollywood podría imitar. Y entonces, cuando lo reportas, alguien en tierra
te dice, con tono serio: “Tranquilo, capitán, eso que viste fue… el planeta
Venus”. ¿En serio? ¡Los satélites no bailan rock and roll, y Venus no hace
giros de 90 grados a 2,000 kilómetros por hora!
La
historia de los avistamientos de OVNIs por parte de pilotos de aerolíneas está
llena de momentos que rozan lo cómico, no por los avistamientos en sí, sino por
las explicaciones “racionales” que se ofrecen después. Porque, seamos honestos,
decir que un piloto confundió un objeto volador no identificado con un globo
sonda, una estrella o las luces de una central eléctrica es como decirle a un
chef de alta cocina que no sabe distinguir un filete de un zapato. Estos
profesionales del aire no son novatos que se asustan con un reflejo en el
parabrisas. Saben lo que es un avión, un satélite, un meteorito o incluso un
dron. Y, sin embargo, cuando reportan algo que no encaja en el manual, la
respuesta oficial parece sacada de un guion de comedia.
Tomemos
el caso del planeta Venus, la explicación favorita de los escépticos. Venus es
brillante, sí, pero no hace loopings, no acelera de 0 a Mach 5 en un parpadeo,
ni se detiene en seco como si hubiera chocado contra una pared invisible. Un
piloto de aerolíneas, que ha pasado años mirando el cielo, no va a confundir un
planeta con algo que se mueve como si estuviera bailando breakdance en el
espacio. Y luego están los globos sonda, esos pobres chivos expiatorios de la
ufología. ¿Un globo sonda? Claro, porque los globos son famosos por sus
maniobras impredecibles, sus giros en ángulos imposibles y su capacidad para
dejar en ridículo a un jet comercial. ¡Por favor! Si un globo sonda pudiera
moverse así, ya lo estaríamos usando para entregar pizzas en tiempo récord.
Y
qué decir de la excusa de “las luces de una central eléctrica”. Imagina la
escena: un piloto, a 10 kilómetros de altura, ve un objeto luminoso que
zigzaguea a velocidades imposibles, y alguien en la torre de control le dice:
“Eso que viste era la chimenea de la fábrica de la esquina, que estaba
particularmente brillante hoy”. ¿En serio? ¿Una central eléctrica que proyecta
luces danzantes en el cielo nocturno? A menos que esa central esté organizando
un rave cósmico con láseres, esa explicación no se sostiene ni con cinta
adhesiva.
Lo
que hace que estas explicaciones sean tan absurdas es que subestiman la
capacidad de los pilotos para reconocer lo que ven. Estos profesionales están
entrenados para identificar objetos en el cielo en fracciones de segundo,
porque de eso depende la seguridad de cientos de pasajeros. Saben cómo se mueve
un satélite, que sigue una órbita predecible y no hace piruetas como un
acróbata de circo. Conocen la diferencia entre un reflejo, un fenómeno
atmosférico o un avión enemigo. Cuando un piloto dice “esto no es normal”, no
está hablando desde la ignorancia, sino desde la experiencia. Y cuando
describen movimientos que desafían la aerodinámica conocida —giros imposibles,
aceleraciones instantáneas, objetos que desaparecen sin dejar rastro—, merece
la pena escucharlos antes de sacar la carta de “era un globo”.
No
estoy diciendo que todos los avistamientos sean naves extraterrestres. Podría
haber explicaciones tecnológicas avanzadas, fenómenos naturales raros o incluso
proyectos militares secretos. Pero reducir algo tan extraño y fascinante a
“Venus” o “un satélite” es, en el mejor de los casos, una falta de imaginación,
y en el peor, un insulto a la inteligencia de quienes surcan los cielos. Porque
si algo está claro, es que los satélites no bailan rock and roll, y los OVNIs,
sean lo que sean, no parecen seguir las reglas de nuestro manual de vuelo. Así
que, la próxima vez que un piloto reporte algo extraño, en lugar de ofrecerle
una explicación de manual, tal vez deberíamos empezar por decir: “Cuéntanos
más, capitán. Esto suena interesante”.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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