(AZprensa)
Por fin, una noticia que ilumina el horizonte de los que, como yo, hemos visto
nuestro cuero cabelludo convertirse en un desierto brillante bajo el sol
inclemente del verano. Según un reciente informativo de televisión, un equipo
de científicos españoles ha logrado un hito que hará temblar de emoción a los
calvos del mundo: un tratamiento basado en células madre que, con una sola
inyección, ha revertido la alopecia androgénica con un 100% de efectividad en
hombres y un 99% en mujeres. ¡Adiós a las gorras sudadas, los sombreros
incómodos y las quemaduras solares en la “azotea”! Por un momento, me imaginé
desfilando con una melena al viento, como un modelo de champú en un anuncio de
los noventa. Pero, como siempre, la alegría en casa del calvo dura menos que un
peine en una barbería.
Y
es que, en la letra pequeña de esta noticia —o más bien en la parte que el
presentador mencionó con un tono menos entusiasta—, se aclaró que estos
resultados tan espectaculares se han obtenido… en ratones. Sí, en ratones. Esos
pequeños roedores que, al parecer, no solo son expertos en encontrar migajas en
la cocina, sino que ahora también lucen melenas dignas de una estrella de
Hollywood tras una inyección milagrosa. Los científicos, con su rigor habitual,
indujeron alopecia androgénica en estos ratoncitos y luego les aplicaron el
tratamiento con células madre, logrando que volviese a crecer el pelo con
inusitado vigor. ¡Enhorabuena, roedores! Pero, ¿y nosotros, los humanos calvos?
¿Qué hacemos mientras tanto? ¿Nos apuntamos a clases de yoga para canalizar la
envidia o empezamos a practicar nuestro mejor chillido de ratón con la
esperanza de que nos incluyan en el próximo ensayo?
No
es la primera vez que los calvos —y el resto de la humanidad— caemos en esta
trampa de las expectativas infladas. Los titulares sensacionalistas y las
noticias mal explicadas tienen la culpa. Cada vez que un estudio en animales
logra resultados prometedores, los medios lo anuncian como si ya estuviera en
la farmacia de la esquina, listo para comprar junto al ibuprofeno y las
pastillas para la tos. Pero la realidad, como siempre, es más lenta y menos
glamurosa. Según datos de la comunidad científica, solo un pequeño porcentaje
de los tratamientos que funcionan en modelos animales llegan a ser efectivos y
seguros en humanos. Un artículo publicado en “Nature Reviews Drug Discovery”
(2020) señala que aproximadamente el 90% de los fármacos que superan las
pruebas preclínicas fracasan en los ensayos clínicos en humanos, ya sea por
falta de eficacia o por problemas de seguridad. Traducción: el camino del
laboratorio a la peluquería es largo, tortuoso y está lleno de obstáculos.
El
proceso para llevar un tratamiento como este a los humanos es una maratón, no
un sprint. Primero, los científicos deben replicar los resultados en otros
modelos animales (quizá conejos, que también tienen su encanto capilar). Luego
vienen los ensayos clínicos en humanos, que se dividen en varias fases: Fase I
(seguridad), Fase II (eficacia preliminar), Fase III (eficacia confirmada en
poblaciones más grandes) y, finalmente, la aprobación regulatoria, que en
Europa pasa por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Este proceso puede
tomar entre 10 y 15 años, según estimaciones de la FDA, y eso si todo sale
bien. Si a esto le sumamos que la alopecia androgénica no es precisamente una
prioridad médica como el cáncer o las enfermedades raras, no es difícil
imaginar que los calvos tendremos que armarnos de paciencia… o de gorras más
estilosas.
No
me malinterpreten: el avance es fascinante. La terapia con células madre abre
un mundo de posibilidades, no solo para la alopecia, sino para otras
condiciones. Los investigadores, según el informe del noticiero, han utilizado
células madre para regenerar folículos pilosos inactivos, algo que hasta ahora
parecía ciencia ficción. Si logran trasladar esto a humanos con la misma
eficacia, estaremos ante un cambio de paradigma. Pero, mientras tanto, no puedo
evitar reírme de la ironía: los ratones, esos seres que suelen esconderse en
las sombras, ahora son los reyes del cabello, mientras nosotros seguimos
lidiando con espejos traicioneros y comentarios del tipo “¡qué bien te queda la
calva!”.
Así
que, queridos calvos, no tiren sus sombreros todavía. La ciencia avanza, pero
lo hace a paso de tortuga, no de ratón con melena. Y a los periodistas, un
humilde consejo: no nos vendan esperanzas prematuras. Expliquen que los
estudios en animales son solo el primer capítulo de una novela larga y
complicada. Mientras tanto, seguiré soñando con el día en que pueda peinarme
sin necesidad de convertirme en roedor. Hasta entonces, ¡larga vida a las
gorras!
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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