(AZprensa) España atraviesa días oscuros, no por la falta
de sol, sino por la sombra que proyecta una clase política que parece haber
perdido el norte ético y el sentido de la responsabilidad. El Gobierno,
asediado por escándalos de corrupción que se acumulan como nubes de tormenta,
ha optado por una estrategia tan vieja como ineficaz: aferrarse al poder a
cualquier precio y desviar la atención señalando a la oposición con un infantil
“¡Y tú más!”. Mientras tanto, los españoles asistimos, entre la indignación y
el hartazgo, a un espectáculo que no merecemos.
Los casos de corrupción, que salpican a figuras clave del
Ejecutivo y sus aliados, no son ya meras anécdotas; son una constante que
erosiona la confianza en las instituciones. Desde presuntas tramas de
enriquecimiento ilícito hasta favores políticos pagados con dinero público, las
acusaciones se amontonan sin que las respuestas sean claras ni las dimisiones
lleguen. En lugar de asumir responsabilidades, el Gobierno ha perfeccionado el
arte de la distracción: comunicados vacíos, cortinas de humo y una retórica que
busca equiparar sus fallos con los de sus adversarios. Pero el “todos son
iguales” no consuela a una ciudadanía que exige decencia, no excusas.
La oposición, por su parte, no queda libre de culpa. Su
estrategia, a menudo, se limita a capitalizar los escándalos sin ofrecer una
alternativa sólida o un debate de ideas que eleve el nivel del discurso. El “y
tú más” es un juego de dos, y ambos bandos lo juegan con entusiasmo,
convirtiendo la política en un circo donde el bien común queda relegado a un
segundo plano. Mientras los problemas reales —la inflación, la precariedad
laboral, la crisis energética— aprietan, los líderes se enzarzan en una guerra
de reproches que no resuelve nada.
Los españoles no nos merecemos esto. No merecemos un
Gobierno que esquiva la rendición de cuentas ni una oposición que se regodea en
el fango sin proponer soluciones. No merecemos que la corrupción sea tratada
como un mal menor ni que la política se reduzca a un intercambio de acusaciones.
Merecemos representantes que entiendan que el cargo público es un servicio, no
un botín; que prioricen el interés general sobre el partidista; que tengan la
valentía de dimitir cuando su sombra daña la confianza colectiva.
Es hora de exigir un cambio. No basta con votar cada
cuatro años; la ciudadanía debe presionar, señalar y demandar una regeneración
política que ponga fin a esta deriva. Porque, mientras los políticos sigan
jugando al “y tú más”, los verdaderos perdedores somos nosotros, los que sostenemos
con nuestro esfuerzo un sistema que, hoy por hoy, no está a la altura de España
ni de los españoles.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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