(AZprensa)
Imagina la escena: dos multimillonarios de proporciones míticas, uno con un
peinado dorado y un talento para gobernar Estados Unidos como si fuera una sala
de juntas, y el otro con una sonrisa infantil y sueños de conquistar Marte.
Donald Trump, el 45.º y ahora 47.º Presidente de los Estados Unidos, y Elon
Musk, el titán tecnológico amante de los memes, formaban una pareja
inseparable, un dúo dinámico de política e innovación. Su amistad era
legendaria… hasta que estalló más rápido que un prototipo de cohete SpaceX.
Ahora, su drama de amor-odio tiene al mundo pegado a sus redes sociales,
palomitas en mano, preguntándose: ¿Qué pasó? Vamos a sumergirnos en esta
ruptura millonaria con una buena dosis de humor.
La
Luna de Miel: Un romance forjado en Mar-a-Lago
Todo
empezó como una comedia de amigos. Trump, el magnate inmobiliario convertido en
CEO de la Casa Blanca, vio en Musk un alma gemela: un disruptor con un toque
teatral. Musk, por su parte, estaba encantado de ser el “mejor amigo” del
Presidente, sumándose a la campaña de Trump en 2024 como un niño en una feria.
Donó más de 270 millones de dólares a su reelección, celebró en Mar-a-Lago la
noche electoral y hasta se ganó el apodo de “Tío Elon” por parte de la nieta de
Trump. Eran inseparables, sonriendo en el Despacho Oval, planeando recortar el
gobierno con el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk (DOGE, sí,
como la criptomoneda meme).
Trump
quería dirigir América como uno de sus casinos (sin las quiebras, esperemos), y
Musk, con su visión de un futuro interplanetario, estaba totalmente a bordo.
Eran como dos niños construyendo un fuerte, solo que su fuerte era el
presupuesto federal y sus herramientas eran órdenes ejecutivas y publicaciones
en X. Musk recortaba programas gubernamentales con la alegría de un crío con un
sable láser, mientras Trump lo animaba, prometiendo recortes fiscales más
grandes que su cabello. Era perfecto… hasta que dejó de serlo.
Las
grietas en la historia de amor cósmica
Como
en toda comedia romántica, el problema comenzó con un malentendido. Musk, el
soñador eterno, pensó que podía irrumpir en Washington y remodelarlo a su
imagen: menos regulaciones, más Teslas, tal vez un Hyperloop hasta el
Capitolio. Pero Trump, siempre el maestro de los tratos, tenía su propia
agenda, impulsando un proyecto de ley fiscal gigantesco, apodado la “Ley del
Gran Proyecto Hermoso”, que infló el déficit más rápido que un globo de helio.
Musk, que había predicado eficiencia durante meses, lo vio como una traición:
un “abominable desastre”, lo llamó en X, sonando como un superhéroe denunciando
a un villano.
¿Fue
solo una disputa política o había algo más? Los rumores sugieren que el ego de
Musk sufrió un golpe mientras sus empresas tropezaban. Las ventas de Tesla en
Europa cayeron casi un 50%, con manifestantes quemando autos y compradores
rechazando la marca por las payasadas políticas de Musk. El último Starship de
SpaceX explotó sobre el océano Índico, y la fortuna personal de Musk se redujo
en 20 mil millones de dólares tras una caída del 14% en las acciones de Tesla
en medio de la pelea con Trump. ¿Fue el berrinche de Musk el grito de un
multimillonario con un imperio tambaleante? ¿O simplemente estaba molesto
porque Trump no le dejó estacionar su Tesla rojo en el césped de la Casa
Blanca?
La
pelea de patio de escuela se vuelve viral
Sea
cual fuere la causa, la ruptura fue un espectáculo puro. Estos dos no
susurraron sus quejas en una cena privada; las ventilaron en sus respectivos
imperios digitales, Truth Social y X, como niños peleando en el recreo. Trump
disparó primero, insinuando en Truth Social que podría ahorrar “Miles de
Millones” cancelando los contratos gubernamentales de Musk. Musk, que nunca
retrocede, lanzó una bomba digital, tuiteando que Trump aparecía en los
archivos de Jeffrey Epstein, un comentario que acumuló 23.3 millones de vistas
y desató el caos en internet. “¡Que tengas un buen día, DJT!”, remató Musk,
como si acabara de ganar una partida de Fortnite.
Trump,
con el tono de un amante despechado, admitió estar “muy decepcionado” con Elon,
quejándose de que Musk conocía el proyecto de ley al dedillo y solo se enfadó
cuando le cortaron los subsidios para vehículos eléctricos. Musk contraatacó:
“Sin mí, Trump habría perdido las elecciones, los demócratas controlarían la
Cámara y el Senado estaría 51-49”. ¡Zas! Era como ver a dos críos discutiendo
sobre quién merecía el trofeo de “Mejor Jugador” en una fiesta de cumpleaños.
La
pelea tenía la sutileza de un combate de la WWE. Trump alardeó de haberle
ofrecido maquillaje a Musk (que Elon rechazó, buena decisión). Musk dejó de
seguir a los aliados de Trump como si fueran tendencias malas de TikTok. Hasta
Kanye West intentó mediar, pero Internet estaba demasiado ocupado con memes de
“¡LAS CHICAS ESTÁN PELEANDO!” para prestarle atención.
Un
duelo de egos descomunales
En
el fondo, esto es un choque de egos descomunales. Trump, el autoproclamado
genio de los negocios, quiere moldear el mundo a su antojo, mientras Musk, el
visionario espacial, cree que es el tipo más listo de cualquier sistema solar.
Sus personalidades públicas—la bravuconería de Trump, el caos excéntrico de
Musk—hicieron de su alianza un espectáculo de fuegos artificiales, pero ahora
se lanzan esas chispas el uno al otro.
¿Avivaron
el fuego los problemas empresariales de Musk? Probablemente. La caída de Tesla
y los tropiezos de SpaceX lo dejaron más sensible que un Model S con la batería
agotada. Pero no le demos muchas vueltas: esto es menos Maquiavelo que Chicas
Pesadas. La afirmación de Musk de que vivirá 40 años más que Trump (“¡Estaré
aquí cuando te hayas ido!”) suena como un niño presumiendo: “¡Mi papá es más
cool que el tuyo!”. Mientras, la amenaza de Trump de cancelar los contratos de
Musk parece el matón del patio diciendo: “¡No te sientas con nosotros!”.
La
moraleja: No apuestes por amistades millonarias
Entonces,
¿cuál es la lección de esta telenovela millonaria? Tal vez que incluso los
tipos más ricos pueden actuar como niños peleones cuando sus egos se magullan.
O quizás un recordatorio de que mezclar negocios, política y amistad es como
combinar Mentos con Coca-Cola: explosivo y desastroso. En cuanto al impacto,
las empresas de Musk están en apuros, y Trump enfrenta un dolor de cabeza de
relaciones públicas justo cuando intenta avanzar con su agenda fiscal.
Al
final, esta ruptura es la cima de 2025: dos megamagnates enfrentándose en redes
sociales mientras el mundo observa, tuitea y crea memes. ¿Se reconciliarán con
un beso y maquillaje? Lo dudo—Musk ya tiene la vista puesta en Marte, y Trump
está ocupado redecorando el Despacho Oval. Por ahora, brindemos por lo absurdo
de todo esto y esperemos que su próxima pelea sea menos dramática… como decidir
quién pone su nombre a la próxima base lunar.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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