viernes, 29 de agosto de 2014

Verano e ingesta de objetos extraños

El jefe de cirugía pediátrica del Hospital Infantil Virgen del Rocío de Sevilla, Juan Carlos De Agustín, ha alertado de que en estas vacaciones se "dispara" el riesgo de ingesta de objetos peligrosos para el tracto intestinal "que, como los imanes, tienen un riesgo real y efectivo de provocar desgarros y perforaciones en las paredes del intestino".

El Dr. Juan Carlos De Agustín describió un caso tratado en este centro en el que se tuvo que reconstruir parte del intestino a un pequeño que había ingerido por accidente varios trozos de imán, un metal "que provoca una presión continua en las paredes del intestino, pudiendo llegar el caso de perforarlo, lo que provoca una peritonitis".
"La ingesta de dos o más trocitos de imán, que pueden desprenderse de juguetes que contengan este metal, suele provocar una o varias perforaciones en el intestino", alertó este especialista, quien admitió que, "si éste está muy inflamado, no hay más remedio que practicar una derivación intestinal, es decir, sacar el intestino fuera".
De hecho, resaltó que, "aunque sean pocos casos" --reconoció que en dos años tan sólo se han notificado tres casos en Sevilla--, los efectos que provoca son tan graves "que a los propios pacientes y sus familiares les acarrea traumas psicológicos tremendos, como por ejemplo ver que el niño a tan corta edad ya tiene que hacer sus deposiciones en una bolsita" de acceso.
Por ello, insistió en la importancia de que los padres "busquen este tipo de juguetes y los quiten de la vista de los niños" o, en su defecto, "que al menos comprueben que están en buenas condiciones".

Así, y tras enfatizar que es en el período vacacional cuando se suelen detectar más casos por ingesta de objetos y líquidos corrosivos, "debido a que es cuando los niños tienen más tiempo y juegan más", advirtió de que si estos casos "no nos llegan relativamente rápido al hospital, o bien no somos capaces de extraer el imán desde el esófago, el riesgo a que pase al estómago o al duodeno es mayor y, con ello, la lesión que va a provocar en esas zonas".
En este sentido, sostuvo que en estos casos se tiene que practicar una operación, "que puede ser compleja, con resultados difíciles de controlar o incluso provocar en algunos casos hasta la muerte, como ha ocurrido en Estados Unidos".

Actuación temprana y dificultad en los síntomas
Señaló que el tiempo que transcurre entre que el imán pasa al estómago o al duodeno "es sólo de horas", por lo que aclaró que la extracción debería de realizarse "máximo en un plazo de tres horas".
"El problema es que muchas veces no sabemos, hasta que le hacemos una radiografía, si el dolor abdominal del niño se debe por ejemplo a un principio de apendicitis o a que ha ingerido alguna pieza imantada", prosiguió este especialista, quien detalló que también es vital saber "si ha ingerido sólo una pieza o varias, y si se han ingerido en un intervalo de tiempo corto, ya que en ese caso el problema radica en que las piezas se van a atraer en el tubo digestivo, causando su perforación".
En estos casos, admitió, "el problema es que nos llegan cuando ya han pasado horas o incluso días de que el niño ingiriera la pieza o piezas imantadas, ya que el cuadro clínico a priori es asintomático y no da la cara hasta que se produce el dolor abdominal provocado por una peritonitis" ya en ciernes. De hecho, admitió que el tiempo medio entre que se ingiere estos imanes y se produce una peritonitis "suele ser de unos cuatro o cinco días".

Tipo de intervenciones
Así, la única forma de atender estos casos ya consumados es la intervención, ya sea por cirugía abierta, "en el peor de los escenarios", o por endoscopia, que es mejor, ya que uno se recupera de forma más satisfactoria de la cirugía. Así, y a modo de ejemplo, detalló que si los objetos pasan más allá del estómago o el duodeno, "casi siempre tenemos que acudir a la cirugía tradicional abierta".
Además, resaltó que si sólo se ingiere un imán "no causa mayor problema, ya que se suele expulsar por las heces", no así en el caso de que se ingiera más de un imán. "En el caso de un sólo imán solemos esperar un mes, aunque con revisiones de vigilancia cada semana o dos semanas, para ver si lo expulsa de forma natural con las heces", prosiguió De Agustín, quien agregó que transcurrido ese plazo "entonces se lo extraemos por vía endoscópica".

Casos por vía aérea, ingesta de pilas y líquidos corrosivos
Sobre estos casos, de los que dijo que son menos frecuentes, advirtió que son aún más peligrosos que la ingesta de imanes por vía oral, "ya que su atención no puede apenas demorarse por el riesgo alto de que el cuerpo extraño se quede alojado en esta vía, corriendo un grave peligro de asfixia".
"Los casos que obstruyen completamente la vía aérea, salvo que los servicios de urgencia llegan a tiempo y le practiquen una traqueotomía, no hay mucho que hacer", reconoció.
Respecto a la ingesta de pilas, De Agustín explicó que el procedimiento general es el de extraerlas "siempre que se pueda", puesto que estos objetos "provocan quemaduras graves, debido al cortocircuito eléctrico que se producen entre los polos + y - de la pila, al tocarse a través de las paredes mucosas del esófago y generando así una carga eléctrica".
En el caso de las ingesta de pilas de botón, alertó de que suelen ser "de mala calidad", por lo que pueden abrirse en el tubo digestivo "y soltar su contenido, pudiendo causar también perforaciones y quemaduras".
En cuanto a potenciales casos por ingestión de sustancias cáusticas o líquidos corrosivos que causan quemaduras, hizo especial énfasis en los detergentes líquidos de lavabajillas de tipo industrial. "Hay que evitar que estos líquidos se pasen de las garrafas en las que vienen a botellas pequeñas para un manejo más cómodo si hay niños cerca, porque es ahí donde se suele encontrar la causa de estos accidentes domésticos", argumentó.
Entre los principales problemas que provoca esta ingesta, se encuentran "la perforación del esófago, del estómago e incluso la muerte por una perforación masiva". En los casos menos graves, provoca un estrechamiento del esófago, "aunque luego tenemos que hacer intervenciones para dilatarlo, algo que a veces nos lleve dos y tres años".

En algunos otros casos, concluyó, "hemos tenido que reemplazar el esófago por un trasplante de colon o de intestino para poder quitar ese esófago dañado".

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