(AZprensa, Editorial) La carrera espacial ha tomado unos
derroteros inesperados. Ya no interesa la Luna (independientemente que seamos
capaces o no de llegar a ella). En el año 2004 Estados Unidos lanzó el programa
Constellation cuyo objetivo era llegar (o “volver” según la versión oficial) a
la Luna en 2020 y a Marte en la segunda mitad de este siglo. Pero ese mismo
programa fue cancelado en el año 2010. Por el contrario, en noviembre de 2015
el presidente Obama firmó la “Ley del Espacio”, la cual permite a cualquier
compañía estadounidense apropiarse de cualquier asteroide (si son capaces de
llegar a él, claro).
Ya se sabe que muchos de esos asteroides (y hay muchos) no
solo tienen grandes cantidades de hierro y agua, sino también de algo mucho más
atractivo: oro y platino. Dice Enrique Pampliega, profesor de redes sociales y
científicas, en la revista Profesiones, que “algunos asteroides podrían
contener todo el platino obtenido de minas terrestres en toda la historia y
tener un precio de mercado de centenares de miles de millones de dólares”, y
añade que “considerando que son unos 12.000 los asteroides que cada año pasan
cerca de la Tierra, y que en un 10 por ciento de ellos sería más fácil
aterrizar que en la Luna, la fiebre por la conquista de los asteroides está
servida y la batalla por explotar comercialmente las riquezas del espacio no ha
hecho más que empezar”.
Desde luego la citada Ley lo deja bien claro: quien sea
capaz de recuperar recursos de un asteroide tiene el derecho de “poseerlo,
transportarlo, usarlo y venderlo”. La propia NASA ya ha enviado con bastante
éxito una nave a un cometa y tiene en camino otra que no sólo aterrizará en el
asteroide Bennu, sino que regresará dentro de unos años con unas muestras del
mismo. Pero ante un tesoro espacial de tales dimensiones, no es de extrañar que
ya hayan sido muchas las empresas comerciales que, amparadas en la citada Ley,
estén desarrollando programas privados para la conquista y explotación de
muchos de esos asteroides. Por citar solo algunas, diremos que Bigelow
Aerospace, Deep Space Industries, Mars One, Orbital Sciences o Planetary
Resources, ya están trabajando para apropiarse de algunos asteroides y explotar
sus riquezas.
Al final no es al afán de conocimiento científico el que
mueve la carrera espacial, ni tampoco el afán espiritual (conocer de dónde
venimos y a dónde vamos), ni siquiera el afán patriótico de ser los líderes del
mundo, sino algo mucho más mundano, terrenal y poco poético: el afán
de lucro.
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