(AZprensa) Un artículo
publicado en el último número de la revista “New England Journal of Medicine”
pone a caldo a la industria farmacéutica (lo cual no es nuevo puesto que todos
la atacan y ella siempre agacha la cabeza y calla), lo novedoso en esta ocasión
es que utilizan como arma arrojadiza las ayudas que la industria da a las
asociaciones de pacientes.
En efecto, el principal autor
de este estudio, un tal Matthew McCoy, se escandaliza al comprobar que
en Estados Unidos el 83 por ciento de las 104 mayores asociaciones de
pacientes, han recibido ayuda económica de los laboratorios farmacéuticos, en
muchos casos superior a un millón de dólares, aunque reconoce igualmente que no
hay forma de saber ni cuánto dinero reciben ni de quién.
Pero ¿qué hay de malo en ello? Si los laboratorios
farmacéuticos no dan dinero a las asociaciones de pacientes ¿quién se lo va a
dar? ¿El Gobierno? Por supuesto que no. Entonces ¿quién? Porque está claro que
ninguna asociación de pacientes puede hacer nada reseñable sólo con las
aportaciones de sus pacientes y amigos asociados.
Pensemos además en el objetivo de esas donaciones. ¿Qué
esperan recibir a cambio los laboratorios? Está claro que los pacientes no van
a comprar los medicamentos de ese laboratorio ya que debe ser el médico quien
se los recete. Lo que busca la empresa es simplemente “información”: conocer
cuáles son los problemas y preocupaciones fundamentales de esos pacientes, qué problemas
tienen con las medicaciones existentes, qué tipo de medicamentos desearían
poder disponer... y gracias a esta información de primera mano, la industria
puede enfocar mejor su investigación y dar finalmente con el producto que están
deseando tener los pacientes.
Sin embargo, si
continuamos leyendo dicho estudio encontramos el por qué le da rabia a McCoy y
sus amigos que los laboratorios hagan donaciones a las asociaciones de
pacientes, y acaban finalmente reconociendo que mientras los centros de investigación
académica, los médicos y otros profesionales se sienten presionados para
revelar sus lazos con la industria ante posibles conflictos de intereses, las
asociaciones de pacientes suelen pasarse por alto.
He ahí el
verdadero motivo de este ataque: Les molesta que miren con lupa el
dinero que estos profesionales reciben de la industria, ya que les gustaría que
no hubiese límites ni inspecciones como años atrás cuando los agasajos de la
industria los trataba como auténticos príncipes.
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