(AZprensa, Editorial) Esta
semana se ha hecho público un informe del Instituto para el Desarrollo e
Integración de la Sanidad (IDIS) en donde se comparan la sanidad pública y la
privada, de una manera objetiva, con cifras. Sin embargo el IDIS tiene que ser
políticamente correcto y por ello dedica amplios elogios a la sanidad pública,
aunque las cifras ponen de manifiesto que cuando un ciudadano tiene la oportunidad
de elegir entre pública o privada, el 84% elige la privada.
Es cierto que la sanidad
pública cuenta con los mayores adelantos tecnológicos y con profesionales de primera
línea, pero los continuos recortes hacen que la prestación de esos servicios a
los ciudadanos deje mucho que desear. Se dice que una mentira repetida muchas
veces acaba creyéndose como una verdad. Y debe ser cierto, porque de tanto oír
que “nuestra sanidad pública es la mejor” nos lo acabamos creyendo. Pero a la
chita callando, la sanidad pública ya cuenta con el 57% de los hospitales y el
33% de las camas, con 252.850 profesionales que realizan el 29% de todas las intervenciones
quirúrgicas que se llevan a cabo en España, ha atendido la cuarta parte de las
urgencias y ahorra al Estado entre 573 y 1.134 euros por paciente y año.
Todos los ciudadanos
estamos obligados a pagar la sanidad pública (que se descuenta de las nóminas o
impuestos) aunque 10 millones de personas ya han elegido la privada aunque
tengan que pagarla adicionalmente de su bolsillo. No es para silenciar el hecho
de que los únicos ciudadanos que pueden optar libremente entre sanidad pública
o privada, que son los funcionarios, el 84% de ellos prefiera la privada.
Los políticos, en vez de repetir
una y otra vez que nuestra sanidad pública “es la mejor”, lo que deberían hacer
es, sencillamente, hacerla mejor, y eso no se consigue con recortes.
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