(AZprensa) Los recursos
asistenciales para atender a las personas con adicciones suelen estar
impregnados por los mismos prejuicios que refuerzan el estigma que les
acompaña. Tanto es así que muchos hospitales no disponen ni de una unidad o un
equipo de profesionales especializados en el tratamiento de la adicción al
alcohol y las drogas. Los centros especializados se sitúan en lugares apartados
de los hospitales u otros centros de salud. Se alejan así de la normalización
de una enfermedad que sigue estando mal vista. Los medicamentos para el
tratamiento de la adicción al tabaco no están financiados por el servicio
nacional de salud y los utilizados para el tratamiento de otras adicciones sólo
reciben una financiación parcial, cuando deberían ser totalmente financiados;
cuando en realidad el precio de estos medicamentos es bajo y muchísimo menor
que el de otros, como los que se utilizan para el tratamiento de la hepatitis,
el sida o los accidentes vasculares cerebrales.
Las administraciones en general no
tienen en cuenta que es muy rentable invertir en políticas de alcohol eficaces
y también en el tratamiento especializado de los trastornos adictivos. De
hecho, el enorme gasto sanitario que se produce como consecuencia de las
enfermedades adictivas se podría reducir sustancialmente si se aplicaran las
políticas de alcohol que han demostrado ser eficaces para reducir su consumo
excesivo y también si las personas que sufren una adicción siguieran un
tratamiento especializado, desde las primeras fases de su enfermedad adictiva,
lo cual evitaría su cronificación y también las múltiples y graves
consecuencias médicas, psiquiátricas, laborales, familiares, sociales y legales.
Consecuencias negativas que no sólo afectan a la persona enferma de adicción
sino también -de manera indirecta- a las personas que conviven con él o ella y
a toda la sociedad en general.
Muchas personas desconocen que el
ahorro que podría producirse al invertir en políticas de alcohol y drogas
eficaces es mucho mayor que el coste sanitario y social de multitud de
enfermedades derivadas las conductas adictivas.
Todas las dimensiones sociales,
asistenciales, las políticas de prevención y tratamiento y los recursos
administrativos, están impregnadas de los prejuicios y el desconocimiento de la
enfermedad adictiva, los cuales conducen al estigma de los enfermos adictos.
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