(AZprensa) En las últimas décadas, acontecimientos como
el 11-S, los atentados de Madrid y Londres o las acciones terroristas llevadas
a cabo por lobos solitarios han alimentado un creciente interés hacia el islam.
Interés que suele ir acompañado de connotaciones negativas y una gran confusión
terminológica. Todavía gran parte de la opinión pública desconoce que islam e
islamismo no son sinónimos, como tampoco lo son árabe y musulmán. Esta
ignorancia “hoy día ya no es una cuestión anecdótica, sino que se ha vuelto
peligrosa”, afirma Cristina de la Puente, investigadora del CSIC y autora del
libro “Islam e islamismo”. En él, la filóloga explica las diferencias entre
estos conceptos y la diversidad que encierra cada uno, para superar
interpretaciones erróneas y desmontar tópicos.
En la actualidad más de 1.500 millones de personas
profesan esta religión, que se expande debido a la elevada natalidad que existe
en los países de mayoría musulmana y también al proselitismo que caracteriza a
este credo. El mundo islámico se concentra en buena parte del África
subsahariana, Oriente Próximo y grandes zonas de Asia central, pero
también tiene una importante presencia
en Albania, Bosnia Herzegovina, Serbia, Rusia, Estados Unidos, China o
Indonesia, el país con mayor número de musulmanes del mundo (214 millones),
entre otros. Así, el mundo islámico engloba personas con infinitas etnias,
idiomas y costumbres que se autodefinen como musulmanes. Si no hay un solo
islam, sino muchos, ¿cuáles son los elementos que definen esta religión? Con un
tono divulgativo, de la Puente analiza los cinco pilares del islam: el
testimonio de fe, que proclama la unicidad divina (“no hay más divinidad que
Dios y Mahoma es su profeta”); la oración; la limosna; el ayuno del mes de
ramadán; y la peregrinación a La Meca.
Tras esta aproximación, la filóloga se centra en el
islamismo, palabra que designa los movimientos fundamentalistas que pretenden
una regeneración de la religión musulmana. Estas doctrinas consideran que el
islam “no es solo una religión, sino que debe estar presente en la esfera
privada y también en todas las instituciones”. Como sucede con el islam, hay
también muchos islamismos, si bien esa diversidad puede simplificarse
distinguiendo los dos tipos fundamentales: el reformista y el yihadista. “El
primero pretende la reforma de la religión y de las sociedades islámicas a
través de cauces pedagógicos, legales y políticos, así como por medio de su
participación en democracia y acceso al poder; el segundo considera que es
legítimo emplear la fuerza para ello”, es decir, declarar la yihad (guerra
santa) contra los infieles. Eso sí, ambos funden fe e ideario político y son
panislamistas, pues “consideran que su forma de entender el islam ha de
universalizarse y no tiene fronteras”, explica la investigadora.
A pesar de que el islamismo o fundamentalismo islámico se
ha expandido en las últimas décadas, de la Puente subraya que, al contrario de
lo que cree buena parte de la opinión pública, este sigue siendo minoritario en
la mayoría de los países que forman parte del mundo islámico. Asimismo, la
islamóloga traza un recorrido desde los orígenes del islamismo, como respuesta
al colonialismo en el siglo XVIII, hasta su radicalización en el XX,
materializada en el nacimiento del yihadismo y sus máximos representantes:
al-Qaeda y el Estado Islámico.
Por último, la autora, que trabaja en el Instituto de
Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo del CSIC, recalca que “el
islamismo, en su afán por controlar las instituciones del Estado y la conducta
de la población, sostiene algunas posiciones que contradicen los principios que
han predominado en el islam a lo largo de los siglos”, rompiendo con su propia
tradición religiosa. Por ejemplo, la discrepancia, que en el islam se ha vivido
como algo natural y enriquecedor, “para los islamistas no debe existir porque
solo hay una interpretación correcta posible de la revelación”. O el respeto a
la vida humana, considerada por el islam un don de Dios que nadie tiene derecho
a arrebatar, pero que queda en entredicho cuando “grupos islamistas invitan al
suicidio para obtener el martirio”.
De la Puente detalla muchos otros aspectos que apartan al
islamismo del islam, y entre ellos subraya la diferente percepción de la yihad.
En la tradición musulmana clásica, la guerra santa “no era una obligación
individual sino colectiva, y debía ser el califa quien asumiese esa
responsabilidad”. Por el contrario, en los islamismos radicales la yihad “fue
progresivamente considerándose una opción personal, algo que cualquiera pudiese
emprender por su cuenta en nombre del islam”. Esto explica, según la autora,
que hoy los denominados lobos solitarios se arroguen el derecho de hacer la
guerra santa por su cuenta, en clara contradicción con lo predicado por las
escuelas clásicas musulmanas.
1 comentario:
Me parece una aclaración tan interesante como necesaria. Gracias por compartirla. Veré a ver si puedo hacerme con el libro.
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