(AZprensa) Hay un pequeño relato titulado “El eterno Adán”
que nunca llegó a ver publicado su autor, Julio Verne, en el cual nos advierte
de la fragilidad de eso que llamamos “civilización” y cómo estamos predestinados
a desaparecer para dar lugar, muchos miles de años después, a otra civilización
que también alcanzará su esplendor para desaparecer igualmente y así, en un
eterno carrusel, se irán sucediendo las civilizaciones sobre la faz de la
Tierra… porque si la vida de una civilización se cuenta en miles de años, la
vida de la Tierra se cuenta en millones de años.
Resulta curioso leer cómo cualquier civilización, una vez
ha alcanzada su cumbre, se empeña en destruirse a sí misma, y cuando no lo hace
ella son los cataclismos naturales los que acaban con ella. Cuando los
supervivientes de una catástrofe global se enfrentan a empezar de nuevo, la
lucha por la subsistencia ocupa todo su tiempo y su energía, dejando de lado
los conocimientos adquiridos y caminando lentamente y sin remedio hacia la
barbarie. Vendrán después siglos de lento progreso bañando en sangre de luchas y
guerras. Vendrán después breves tiempos de calma y desarrollo del arte y la cultura.
Y cuando parezca que se ha alcanzado la cima, volverá el hombre a destruir su
obra mediante la división y el enfrentamiento.
¡Qué actual nos parece este relato de Julio Verne! La
única duda que nos queda es esta: ¿Nos destruiremos a nosotros mismos (algo en
lo que parecen empeñados quienes gobiernan el mundo) o será un cataclismo el
que nos borre del mapa y deje la faz de la Tierra lista para un nuevo renacer
de la vida?
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