(AZprensa) Los gobiernos de todo el mundo están empeñados
en cuidar nuestra salud (eso dicen) y para ello no dudan en implantar todo tipo
de medidas restrictivas (limitaciones de velocidad, confinamientos, campañas de
prevención, etc.). Buena prueba de ello lo tenemos con el COVID-19, una
pandemia cuya tasa de mortalidad (entre aquellos que resultan infectados) es
del 0,26% según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC)
o del 3,4% para la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin embargo hay una droga que mata cada año a 8 millones
de personas, de los cuales 7 millones son consumidores directos de esa droga y
1,2 millones mueren por el simple hecho de convivir cerca de quienes la
consumen. Nos referimos al tabaco, una droga que tiene una tasa de mortalidad
del 50% aunque dicha mortalidad no la causa en el mismo momento de dar la
primera calada a un cigarrillo, es decir, mata muy despacio… pero mata, a la
mitad de las personas que la consumen (habiendo deteriorado antes su calidad de
vida y habiendo generado un importante gasto sanitario) y también mata a muchas
personas por el simple hecho de vivir junto a los fumadores.
Como destaca el neumólogo Carlos Amado, del Hospital
Valdecilla (Santander), “la nicotina es una de las drogas más adictivas que
existen, además es una droga normalizada, es decir, socialmente aceptada. A
pesar de que se han tomado muchas medidas a nivel legislativo e informativo, la
población todavía no ha tomado plena consciencia de lo importante que es acabar
con esta droga”.
¿Y por qué no se prohíbe? Tanto como le gusta a los
gobiernos “prohibir” y “proteger nuestra salud” ¿por qué no prohíben el consumo
del tabaco? La respuesta es muy sencilla y así lo expone Jesús García Jiménez
en su serie de artículos “Tras el velo de la pandemia”:
“La explicación es muy sencilla: el tabaco genera miles
de millones al año en impuestos que van directamente a parar a las arcas de los
gobiernos. El Estado español recauda 9.000 millones de euros al año gracias al
tabaco, lo que lo sitúa como el quinto mayor contribuyente. Aquí no importan
las vidas, nunca importaron. Aquí solo importa el dinero y el beneficio”.
En la imagen, un fumador activo y un fumador pasivo. De
los primeros mueren 7 millones al año, de los segundos, 1,2 millones al año.
Eso no importa, lo verdaderamente importante es que el 80% del precio de un
cajetilla de tabaco son impuestos que van a parar directamente al Estado.
Jesús García Jiménez: “Tras el velo de la pandemia”
https://mediterraneanforest-es.com/2021/05/28/tras-el-velo-de-la-pandemia-v/
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